El retrato es un género que me da miedito. Estás sólo ( la tilde la seguiré poniendo, RAE, lo siento ) contra una persona, y tienes que conseguir sacar algo de ella, plasmarla en una imagen que la describa, que comunique algo de ella, y que te lo comunique a ti. Supongo que mis habilidades sociales intervienen en esto, porque está claro que es más fácil sacar una foto a un iceberg, o a una calle desierta.
Como era previsible, ha habido grandísimas fotos. Pero lo mejor de estos talleres no es la foto en sí. Lo mejor es la crítica, el tener a un especialista comentándote las fotos, mostrando los fallos, sugiriendo caminos o formas de buscarlos. Aprendes con tus fotos, aprendes de las fotos de los demás. Jamás recomendaré este taller a alguien que no sepa aceptar una crítica, porque es de lo que se trata. Creo que de ochenta fotos al final se pueden haber salvado tres o cuatro, y hay algunas que deberían haberse borrado directamente.
Pero el caso es que te obligan a tirar fotos, te obligan a intentar hacerlo bien. Y te esfuerzas, te dejas la piel, disfrutas a la vez que sufres intentando sacar alguna foto que transmita algo, que se pueda considerar un retrato aceptable.
Cuando lo consigues, lo sabes sin que te lo digan, sólo viéndolo en tu pobre máquina de fotos ( que está cada día más condenada a desaparecer, este finde me ha decepcionado dos veces ).
Ahora, queda atreverse y tirar retratos, muchos retratos, montañas de retratos...
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