Fue fallo mío convertirte en algo más que un libro y transformarte en un símbolo. Eres papel, y debes limitarte a serlo. Papel escrito, con magia en cada página. Páginas que han ido leyendo mis diferentes yos a lo largo de los meses, de los años. El que empezó y el que te acabó comparten genes, pero difieren en varios puntos. Era mejor el inicial que el final, y que todos los diferentes que nacieron y se extinguieron por el camino.
Hoy, al cerrar tus tapas por última vez, todo acaba. Y realmente, lo único que ha acabado es la lectura de un libro de ochocientas setenta páginas que volverá a dormir en una estantería. Gracias por haberme esperado.
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