la burocracia aplastaba a cualquier inocente ciudadano.
El sonido de un ala planeando dulcemente lejos del avión fue uno de
sus últimos recuerdos conscientes.
Escaló la torre de la catedral a pulso para ahorrarse los cinco euros
de la entrada. Al bajar se los cobraron.
A aquel libro de segunda mano le faltaban palabras que su anterior
dueño había ido perdiendo a lo largo de su vida.
Se puso a soñar, luego se durmió y finalmente se metió en la cama.
Amaneció cabeza abajo.
La lluvia convirtió a Lot en un charco con sabor a mar mediterráneo.
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