jueves, 1 de julio de 2010

Pinceladas

Cuando pisaba a las hormigas, sentía la misma indiferencia que cuando
la burocracia aplastaba a cualquier inocente ciudadano.

El sonido de un ala planeando dulcemente lejos del avión fue uno de
sus últimos recuerdos conscientes.

Escaló la torre de la catedral a pulso para ahorrarse los cinco euros
de la entrada. Al bajar se los cobraron.

A aquel libro de segunda mano le faltaban palabras que su anterior
dueño había ido perdiendo a lo largo de su vida.

Se puso a soñar, luego se durmió y finalmente se metió en la cama.
Amaneció cabeza abajo.

La lluvia convirtió a Lot en un charco con sabor a mar mediterráneo.

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