lunes, 30 de junio de 2008

Relato - Mientras España gana

Toda España estaba pendiente de la televisión o de la radio. El país entero, pendiente de un balón, de noventa minutos. De conseguir esa gloria en el fútbol que se nos había negado durante tanto tiempo. Y mientras todo el mundo miraba a su pantalla, se agarraba a su bandera comprada en un chino, se pintaba la cara con esos colores que tanto tiempo habían permanecido apartados, yo veía tu hueco, veía que tú no estabas.

En esos diez primeros minutos en los que Alemania atacaba y dominaba la pelota, los únicos del partido, tenía dentro esa sensación de doble derrota, de ir a perder un partido y una vida, de haber llegado lejos, para caer justo al final, mientras el destino y Platini se reían a mis espaldas.

España pasó a dominar, sí, lo hizo. Como debía. Pasó a tocar, a un lado, al otro. Poca profundidad, muchas faltas recibidas, escasas ocasiones. Yo miraba sin ver, veía pases que no iban a ningún sitio, un balón que se movía, y que cada jugador que lo recibía era golpeado inmisericordemente. Veía un árbitro que no se enteraba de nada. Me identificaba con él. Quizás el también estuviera pensando en alguien que no pudiera quitarse de la cabeza, y le daba igual que la patada fuera por detrás, o el codazo intencionado. Quizás a él también le daba lo mismo el partido.

En una jugada sin elaboración, un pase rápido a la espalda de la defensa, Torres hizo lo que todos esperaban de él. Por primera vez con la selección, marcó un gol de los que se le suponen solo puede marcar él. Fuerza, potencia, velocidad, descaro. Ansía de querer marcar, voluntad de luchar ese balón contra esos dos metros de defensa que parecían inabarcables y fueron un mero rodeo a dar. Un gol, un estallido de alegría. Un abrazo, y otro, y otro. Y ninguno a ti, que no estabas. A ti a quien daría todos. Sensación de falsa euforia, de alegría que se mezcla con un vacío por el que se va perdiendo. Ilusión que cae a un pozo sin fondo imposible de llenar.

Descanso. En Colón, miles de personas sabían que podían proclamarse campeones de Europa. Alrededor de nuestra piel de toro, el número ascendía a millones. Rostros y rostros mirando a la tele, mirandose entre ellos, con gritos, con silencios, buscando ese lugar en la historia moderna que antes se conseguía en los campos de batalla, y ahora, detrás de una esfera que originalmente era de cuero.

Yo no descansé, porque todo seguía igual.Porque mientras toda España soñaba lo mismo, yo soñaba mi imposible. Podía hacerse realidad lo que nadie pensaba días antes, y yo anhelaba que lo que se hiciera realidad fuera aún más complejo.  Un milagro casi. Insignificante para el resto del mundo, posiblemente. Vital para mi.

El balón volvió a rodar.

Al igual que contra Rusia, frente a Alemania salió lo mejor de nuestro juego en la segunda parte. Ataques rápidos, directos, entradas por banda... Sensación de dominio apabullante frente a un supuesto gigante que dio sensación de bajar los brazos antes de tiempo. Éramos mejores y creábamos peligro, pero no lograbamos rematar, no lograbamos conseguir ese segundo gol que diera la tranquilidad. Había ese nerviosismo, ese típico miedo tan nuestro a que en el último momento nos marcaran un gol que forzara la prórroga. Esa sempiterna sensación de fracaso que llevamos pegada a la piel, y que conozco tan bien.

Pero esta vez ganamos. Sin agobios al final, como si Alemania reconociera que sólo merecíamos ganar nosotros. Ellos tenían las mentes en otro campo de fútbol mucho antes de que el partido acabara. Mientras ellos se iban al túnel de vestuarios, España entera, en Madrid, en Viena, en Oviedo, Jaén, Barcelona, Tolosa, allí donde hubiera un español, saltó. Saltó y se abrazó. Abrazos, besos, abrazos, fotos, brindis al sol, y más abrazos. Abrazos en rojo gualda, abrazos huecos, no como los que querría darte. Cien abrazos dados, y en todos, pensando que el siguiente ojalá fuera a ti. Ese abrazo hubiera sido más valioso, más apasionado, que el de Iker Casillas a esa copa.

España ganó ayer, ya somos campeones de Europa de nuevo. Pero la sensación sigue siendo que cada día lejos de ti es una derrota. Un partido perdido antes de que el balón, siquiera, empiece a rodar por el césped.

viernes, 27 de junio de 2008

Tocando la gloria con los dedos

A un pasito estamos de ser campeones de la Eurocopa. Sólo hay que ganar a Alemania, cosa que se dice pronto, pero como que no es tan fácil como parece. Al menos, un paseito contra Rusia nos hemos dado.

Por cierto, y sólo por echar leña al fuego: Villa y Torres no han marcado desde los dos primeros partidos, ni han dado un pase de gol, ni nada de nada, oiga. Así que los defensores de Raúl, entre los que no me encuentro, todavía tendrían argumentos para su eterno debate.

El subidón que me llevé contra Italia fue mucho mayor que el de ayer, pero mucho mejor. Esta vez fue agradable, cierto, pero nada que no hubiera vivido antes.

El domingo contra Alemania será la hora de la verdad. El cielo de los justos o el Olimpo de los dioses. Aunque llegar hasta aquí ya es un exitazo, no lo olvidemos.

Si ganamos, sospecharé que las competiciones internacionales es el auténtico pan y circo, amañadas para alegrar a países cuya economía es espantosa y evitar que se echen a la calle con escopetas.

Zapatero, tienes suerte hasta con las crisis!

miércoles, 25 de junio de 2008

Ayer, hoy, mañana

Ayer a las 7:30 cogí un avión a París, a las 19:30, uno hacia Madrid. Viaje en el que llegué, apenas hice nada, y volví con gran éxito. Para los que entiendan algo de informática, puse un debugger a un programa, miré donde se había quedado colgado y  le dije al inglés que tenía que arregarlo el archivo y la línea. Fue sencillo, aunque podría haberlo hecho el solito y sin que el cliente se hubiera dejado la pasta que se dejó en mi viaje. Solo mi billete en business sacado el día anterior debió costar más que mi sueldo o casi.

El caso es que volví corriendo para poder estar a las 22:00 en casita, cosa que conseguí y que era uno de los objetivos del día. Me acosté tarde, intentando arreglar cosillas de esas que sabes que están fastidiadas pero no sabes por donde y resulta que es por un sitio distinto totalmente y mucho peor a lo que pensabas al principio.

Hoy día futbolero, en el que hemos jugado bajo el bello sol madrileño. Alguien ha debido correr algo, aunque no tengo muy claro quien puede haber sido. Yo he marcado dos goles de bella factura, aunque debieran haber sido muchos más si mis compañeros confiaran en mi en vez de en ellos mismos, que no suele ser nunca lo óptimo. A los doctores se lo permito, pero no a ECM, que es basura y juega con el uniforme negro del Valencia, que hay que ser tonto para jugar con eso puesto.

Alemania ha ganado a Turquía. Nos esperan a nosotros en la final o a los rusos. Alemania, si pasa Rusia, merecería ganar la Eurocopa, porque se ha ido enfrentando contra todos los equipos que le tienen odios más o menos cercanos, faltaba Francia. Alemania-Polonia, Alemania-Turquía, Alemania-Rusia. Lo de Alemania contra Rusia ya viene de lejos, aunque ahora serían 11 contra 11 y sin el duro invierno de por medio. Confiemos en que eso no suceda y sea Alemania contra España, que sucedió ya con los tercios, aunque ni Alemania fuera Alemania, ni España, España.

La semana pasada hice uso por primera vez de mi carnet de biblioteca pública. Tres libros, tres, ya finiquitados. Juan José Millás, Ella imagina. Una colección de relatos que juegan con la realidad, la fantasia, confundir unas personas y unas situaciones con otras. Algunos relatos son pequeñas joyas, muy bien escrito, sin duda.
Relatos escalofriantes, de Roald Dahl. Muy entretenidos, originales, y algunos con unos toques de ironía y mala leche escalofriantes, ciertamente. ¿ Por qué no es útil la literatura ? de Luis García Montero y Antonio Muñoz Molina. Tres discursos en los que se defiende la importancia de la literatura y la poesía, sobre todo en la escuela.
Ahora estoy con la trilogía de Nueva York, de Paul Auster. Por ahora, me está pareciendo un libro genial. Y eso que lo primero según lo voy leyendo voy recordando que lo he visto en una novela gráfica que por suerte no recuerdo bien. El libro parece merecedor de su fama, sin duda alguna.

Mañana quiero a todo el mundo de rojo gritando como energúmenos para animar a España! Todos escuchando a los Nikis!

lunes, 23 de junio de 2008

Ya era hora!

Que tensión en estos partidos, qué sufrimiento. Todo el partido merodeando por el campo italiano, teniendo ocasiones más o menos claras. Incluso, con alguna buena intervención de Casillas. Todo el partido mereciendo ganar, pero sabiendo que los de enfrente son malos, sí, pero aunque vayan de blanco son la selección azzura, los italianos, el equipo con más oficio de cualquier campeonato. Los que no hacen nada más que plantar un muro defensivo que riete tu de la defensa de Montecasino. Pero ganan siempre. Y enfrente, España. La selección a la que los cuartos de final le da igual contra quien sean, porque su rival son siempre ellos mismos. Leer cuartos de final y bloquearse es todo uno. Siempre parece que merecemos ganar, sí, como contra Italia en el 94, donde Salinas falló lo infallable, Baggio metió lo que tenía que meter y Luis Enrique lo único que pudo hacer es sangrar como un cerdo degollado en el codazo de Tassoti. Vengar la historia o repetirla.

El caso es que esta vez sí que nos lo merecimos. El peso del partido, el balón, las ocasiones eran de España. Quitando dos remates italianos, el resto ocasiones y ocasiones españolas, a pesar de que Villa y Torres no han estado especialmente finos. Ni Güiza. Pero Silva, Cazorla, Senna, han disfrutado de ocasiones en las que el gol podría haber llegado.

En vez del gol han llegado los penalties, en los que ya no era la tensión de estar de pie, no, yo ya tenía que estar dando saltitos de la tensión que tenía encima. Saltos, saltos, y más saltos. Y ver a Villa acomodar la pelota, mirar a Buffon, largo como es, porterazo como pocos. Y verle marcar, correr, permitirnos soñar con el primer penalty. Y ver al italiano marcar, pero por poco. Luego cogió el balón Cazorla. Debutante con España en esta eurocopa, con poca competición internacional a sus espaldas. Me daba miedo. Pero Cazorla tiene madera de grande, y debiera dar el salto a ese Madrid que le acogería con los brazos abiertos. Su frialdad en el penalty lo demuestra, gran jugador el que tiene la responsabilidad en sus botas, un portero enorme y no duda. Al contrario que el italiano, que vio a Casillas y la portería empezó a hacerse pequeña, muy pequeña. Falló, o paró iker, la eterna duda.

Senna fue el siguiente ( o fue antes? ), y ejecutó también perfectamente a Buffon, cerrando un partido casi perfecto ( lástima el tiro que se le fue a Buffon y dio en el palo ). Otro gran jugador con poco nombre, pero que ha demostrado como defender y comenzar el juego perfectamente. Un italiano marcó, pero por poco. 3-2

Güiza cogió la pelota y, al ponerla en el punto de penalty, Buffón creció y el marco se redujo hasta el infinito. Falló. Pero Iker, otra vez Iker, siempre Iker, paró el penalty italiano. Di Natale, creo. Al que ya paró una clamorosa ocación antes, el que lesionado fuera del campo se metió dentro para perder tiempo. Por listo. Que se consuele en el avión.

3-2 y últimos lanzadores. Si marcaba Cesc, ganábamos. Y Cesc no falló. 4-2, semifinalistas. Que corto suena, que bien suena.

Y saltos, abrazos y más abrazos. Porque lo merecíamos, porque esos 11 tipos en pantalón corto nos han mantenido pegados a la tele, sufriendo. Sabiendo que merecíamos ganar, pero pensando, en cada momento, que podíamos perder. Esta vez perdió Italia. Abrazos, alegría. Bocinas y petardos por la calle. Noche en la que la crisis se queda a un lado, el congreso del PP a otro, y que da igual que Alonso haya hecho una carrera patética, que Pedrosa no pueda adelantar a Rossi. Hoy el euribor podría haber llegado al 10% y a nadie le hubiera importado. Porque somos semifinalistas después de años y años. Por fin podremos ver en la tele, en color, a nuestra selección de fútbol dejándose la piel contra Rusia, luchando por una histórica final.

Es sólo fútbol, pero todo un país ha saltado en el mismo momento por algo.



domingo, 22 de junio de 2008

Bailes y carreras

Ayer, tarde con eventos distintos a los habituales. Primero, ver bailar a nuestra india favorita, que no se mueve mal la chica, hay que reconocerselo. Mejor hubiera sido que no hubiera estado dentro de un festival de mil horas, pero bueno. Como estábamos atrás haciendo comentarios a mala idea, pues la espera fue más amena. Una bailona está hecha. Digno de mención también un número de baile español, con castañuelas y zapateado. Realmente chulo.

Después de eso, una cenita rápida y una caña en un Gambrinus. Nos sentamos tranquilamente, y antes de que nos diera tiempo a acomodarnos, la mesa de al lado, de nueve personas, se levanta y salen corriendo. Lo que viene a ser un "simpa", en toda regla. El camarero empieza a salir detrás, pero ve que no llega y se frena casi al instante. En esto que suena un golpe, lo típico de uno de los que corren que se ha dado un golpe tremendo contra algo, y dos camareros vuelven a salir corriendo. Uno de los tipos del "simpa", cazado. La policía vino a conversar con él y se lo llevaron después de un ratito. Por supuesto, ninguno de sus compañeros vino a echarle una mano. Es lo que tienen los simpas, asumes que si pillan a uno, se fastidia. Claro, que pasar por el cuartelillo por esa chorrada como que no vale la pena. Pensabas ahorrarte 20 euros, y te encuentras con una denuncia por 200 o 300. Por listo. La duda es si denunciar a todos los compañeros de mesa o asumir que eres el tonto y pagar tu por todos. Mi voto era dar una lista de unas cincuenta personas, ya por joder. Por supuesto, os incluiria a todos, aunque estuvierais en esas fechas en mitad del Pacífico navegando en un barco pesquero.

En unas horas, España contra Italia. A ver si pasa lo de siempre, lo habitual o un milagro. Confiamos en ganar, que ya nos toca. Es el momento de llegar a semifinales a que Rusia, a la que ganamos cómodamente, nos devuelva el oro de Moscú.

sábado, 21 de junio de 2008

Amanece, que no es poco

De bar de viejos en bar de viejos, buscando cañas y algo sólido que llevarse a la boca. De terraza en Olavide a bar de copas baratas. De vagar por las calles a acabar en un sitio por Chueca. De volver a ver, otra vez más, amanecer sobre mi ciudad.

Ese es un rápido resumen de la noche de ayer, en la que parecía inicialmente que iba a haber una cena y acabamos con un plan muy similar al habitual. En bares distintos, sí, y tomando mollejas y oreja, que se aleja un poquillo de lo común. Además, con eso de que ya es verano, inauguramos nuestra particular temporada de terracitas en Olavide, donde pedimos la primera horchata del año. La horchata se sirve fría y sin hielos, amigos de los bares, cualquier otra cosa es delictiva y merece daños físicos.

La noche la acabamos buscando algo abierto, hasta que encontramos un bar de Chueca donde, como era previsible, no vimos a ninguna pareja heterosexual enrolllandose, y eso que vimos bastantes contactos físicos. Los dos únicos acompañantes que me quedaban a esas horas recibieron sendos ataques, sin éxito, claro. Yo, como es previsible y lógico, el único ataque que recibí fue el que el alcohol provocó en mi cartera.

Nos echaron, después de darnos bocadillitos y una botella de agua, un detalle, y nos fuimos a Cibeles, a coger un bus para volver a casa, mientras se empezaba a adivinar el sol, y amanecía, que no es poca cosa.


viernes, 20 de junio de 2008

Estoy lleno de odio

Sr. cazador de facóqueros, Sr. arquitecto, que sean conscientes de que hoy les odio. Me parece bien que discutan sobre la iglesia católica, su obra social, sobre si el hombre es bueno o malo por naturaleza, sobre si dentro de 30 años vamos a recordar esa conversación. Me parece perfecto. Pero no cuando empiezan la discusión a las tres treinta de la mañana y acaba dos horas después.

Mi cabeza y todo mi cuerpo les odian terriblemente.

jueves, 19 de junio de 2008

Despistes

No lo puse y lo lamento, pero ayer se me pasó. Felicidades, querido Doctor IMM! Su sobresaliente cum laude es algo más que una nota para una tesis, sino que yo se lo pongo a usted en la vida.

Me gustaría poner algo brillante aquí, algo para calmar las penas a los que las tenemos, o para resolver las dudas a los que cuando nos miramos al espejo preguntamos a ese tipo de enfrente qué hacer y cómo. Pero no hoy es el día, ni este será nunca probablemente el sitio, ni yo seré el que logre decir esos discursos. Yo más bien seguiré buscando respuestas a preguntas que no se muy bien ni como formularme, buscando explicaciones sencillas y complejas a todo, buscando sueños abrazado a lo único que puedo abrazar, mi almohada.

El tipo del espejo se va a dormir. Yo me quedaré un rato velandole.



lunes, 16 de junio de 2008

Despidiendo a Peter Pan...

Hemos pasado el fin de semana en Córdoba, despidiendo la soltería de Peter Pan, el doctor vaquero seductor, JPL o cualquier otro apodo que sirva para referirnos al mismo y entrañable tipo que se nos casa en un mesecillo y poco más. 

El plan era sencillo, ir a Córdoba, cenar algo, salir un poquito, irnos a la casa rural, descansar brevemente, paintball el sábado por la mañana, barbacoa, ver ganar a España, nochecilla en la casa rural, dormir para el viaje, mañanita tranquila y volver, volver...

Nos ceñimos al plan cual lapa agarrada a su piedra, hay que reconocerlo. Incluso castigándonos más de lo previsto inicialmente. Primero, simplemente llegar a Córdoba, después de todo un día de curro, ya suponía paliza. Pobres conductores ( gracias! ). Después, en Córdoba aparcamos a unos 20 minutos del sitio donde teníamos reserva para cenar. Agradable paseo, sí, pero eso ya era irnos cansando un poquito más. El sitio de la cena, espectacular. Desde fuera parecía el típico bar cutre con una terraza gigante, pero al entrar, resultaba que dentro también había espacio para cienes de personas. Acojonante el tamaño del sitio. Como curiosidad, las camareras llevaban aparatito electrónico para tomar nota. Y menos mal. Muy bien de precios, y buena comida, curiosamente, lo mejor la ensalada que ponían de acompañamiento en cada plato. Las copas normales a 3.5 euros, así que allí cayó la primera.

Antes de irnos, el novio ya iba vestido de Peter Pan, aunque se resistió un poquito. Hizo un amigo en un chavalín que estaba por allí, encantado de la vida. Así que primeras copas, y alguno ya empezaba a ir tocado.

Nos fuimos hasta la zona de marcha, en concreto, a la zona de marcha pija. Eso, o todos en Córdoba se arreglan terriblemente para salir. Alguna bella cordobesa había por la zona, para que negarlo. Una cadena local hizo una entrevista a Peter Pan, que nunca veremos en antena, por desgracia, y no nos dejaron entrar en algunos sitios. Conseguimos entrar en uno que no estaba mal. Más copas cayeron, recuerdo bien. Pampero con limón, mientras alguien decía que el Pampero era veneno puro. Por alguna razón extraña, nos fuimos, pero en vez de para la casa rural, para otro bar, donde nos pedimos la última mientras sonaba Julio Iglesias, Raphael, Sinatra y similares. La última copa, por cierto, no había cristiano que se la bebiera.

De ahí, para la casa rural. Eso, que podía parecer trivial, implicaba meterse 90 kilómetros de carretera en nuestra caravana de cinco coches. No había tráfico ni problemas importantes, y salvo la paliza física que supuso para los conductores ( que además tuvieron que no beber ), no fue mal la cosa. Eso sí, los últimos kilómetros por carretera de montaña, daban miedo, sobre todo cuando los labriegos de la zona se lanzaban y cruzaban la carretera. Menos mal que el tipo llevaba un chaleco reflectante.

La mayoría se fue a dormir nada más llegar, pero seis valientes, seis, nos quedamos despiertos. Música en el coche en plan macarra, copas y humo para acompañar el amanecer que no llegaba, que llegó, del que pasaron horas. El sueño desapareció como por ensalmo, y la noche se prolongó un poco más. Digamos que cuando nos retiramos finalmente, el sol pegaba a base de bien. Media hora después de meternos en la cama, una hora quizás, ya había que levantarse para el paintball. Y algunos perrearon, sí, pero fuimos, que conste.

El paintball era mortal. Demasiado calor para jugar a esas horas. Algún moratón nos llevamos, alguno más de uno, y, al final, como era preceptivo, vaciamos los cargadores sobre el novio. Creo que su estado de consciencia después de la noche anterior era tal que no le dolía nada.

Barbacoa grasienta para comer, con cero verduras. Lo más sano que había, unos filetes de pavo y una extraña salsa de menta. Y no recordaré de lo que hablamos con lo de la salsa de menta, pero hay algunos que están enfermos.

España iba a continuación, y conseguimos verla gracias a la tele por satélite en una cadena alemana. Esta vez parece que hasta ganamos partidos, pero en cuanto nos aprieten bien, desconfío terriblemente.

Lo que pasó después de España, lo desconozco, que me fui a dormir hora y media para poder aguantar la noche en condiciones. Se que al bajar había gente jugando al Bang!, el proyector montado sobre una pared con la xbox conectada, alguno comisqueando algo, y alguno dormido por algún sofá. No es que estuviéramos pletóricos de fuerzas. Recuerdo que había sangría, ciertamente...

La noche acabó pronto. Poco alcohol circuló, pocas fuerzas había. Un torneo al PES en la xbox contra el muro, algunos viendo el Holanda - Francia en la tele, algún capitulillo de padre de familia... Se notaba que el viernes nos había dejado baldados. Apenas puteamos al novio, tuvo suerte el mamón.

Del domingo, poco reseñable. Despertarse, hacer la maleta, tirarnos un poco en el suelo, baño en la piscina, comer y volvernos. Un viaje tranquilo en nuestro coche ( a alguno se le rompió la dirección asistida en Despeñaperros, pero regresaron. Gran acojone tiene que ser eso ).

Quedan detalles, pinceladas que contar, pero vamos, a grandes rasgos, este fue el finde. Otra despedida de soltero para otra boda. Mucha suerte, parejita, que os mereceis lo mejor!

viernes, 13 de junio de 2008

Relato perdedor

En la fnac hicieron un concurso de microrrelatos. Aún no hay ganador, pero ya hay finalistas. Me presenté y, por desgracia, no voy a ganar. Eso sí, daban seis euros por presentarse, así que es la primera vez en mi vida que me pagan por escribir algo, jeje.

Aprovecho y pongo aquí el texto, por si alguno tiene curiosidad. La temática del concurso era: el libro.

¿ Se puede ser más cruel haciendo menos? Ella asumía que después de tal humillación, él iba a buscar venganza. Cuando a la mañana siguiente él se fue después de haberse pasado la noche recogiendo sus cosas, despidiendose como si nada, pensó aliviada que su resentimiento se habría esfumado.

Tardó días en darse cuenta que él había cometido el asesinato más vil y doloroso, mutilando las últimas hojas de todos los libros de su biblioteca.

Lloró durante semanas, en las que se sentía incapaz de tocar a esos volúmenes mutilados por su culpa.

Tuvo que remendarlos, uno a uno, copiando de volúmenes prestados las palabras cercenadas. Hasta que no acabó con el último no pudo descansar ni concentrarse. Ese libro final fue Rayuela: le había arrancado la última hoja de cada capítulo. Y los índices.

miércoles, 11 de junio de 2008

Noche desaprovechada, posiblemente.

Después de pinchar en un enlace que me requería cuenta en facebook, y después de mucho decir que no iba a abrirmela, al final he cedido, básicamente, porque contaba con ver el documental de "Españolas con velo" o algo similar de la 2, y algo habría que hacer mientras.

Así que a los que les llegue una invitación, pues ya saben, que me acepten, que por alguna razón ya estabais allí apuntados y entretenidos. Y si a alguno no se lo he enviado, que me lo cuente y lo soluciono. Aunque no se si le daré juego o no, aún tengo que encontrarle una utilidad que ahora mismo ignoro. Miento, hoy si le he encontrado utilidad, que he encontrado a alguna persona a la que llevaba mucho tiempo sin hablar y con la que no me importaría recuperar el contacto. Claro, que para dos personas he probado a ni se sabe cuantas. Curiosa herramienta, sin duda.

Respecto al documental de la 2, tela. Algunas de las frases de porqué llevan velo las chiquillas son algo duras. Increibles de oir en el siglo XXI. Eso sin contar con alguna de las frases de pura tolerancia que demuestran: yo no puedo comer en la misma mesa que alguien que come cerdo. Pues muy bien, oye, así da gusto. Por la integración de las culturas. Y no, el profeta no dice que teneis que llevar velo, amigas, no lo dice. Dice que lo tienen que llevar sus mujeres, para que no las agobiaran por la calle y las pidieran mil cosas. Pero claro, es mucho más fácil decir que ese "sus mujeres" era metafórico y que todas tienen que llevarlo. ¿ Cómo le puede parecer a alguien que es normal que las mujeres lleven velo y los hombres no ? ¿ Por qué media humanidad tiene que no excitar a la otra media ? Si alguien no quiere ver a la mitad más hermosa de la humanidad, que se ponga una venda, y asunto solucionado.

Eso sí, valientes son un rato las siete que han salido, porque se han puesto a rezar en un descampado en el que yo no me metía ni borracho.

Para mi gusto, se han quedado demasiado en anécdotas y les ha faltado algo de profundidad en las razones profundas, en mirar lo que dice el Corán. Sólo han hablado con las chicas y no con nadie que lo refrendara o lo discutiera.

Y sí, me alegro por la victoria de España, aunque me temo sera flor de un día. Como siempre.

Respecto a la huelga de los camioneros ( cierre patronal, se llama cierre patronal ) pues, como siempre, me opongo a que el gobierno subvencione a alguien. ¿ Por qué no a mi ? SI la gasolina sube el precio, que lo suban también ellos. Que le exijan al gobierno que no les puteen y puedan repercutir en factura los gastos y punto, que es lo suyo. Pero me niego a pagarlo yo vía impuestos.

Almudena Grandes en la 2 hablando... "Escribir es, ante todo, tomar decisiones" Tiene razón, escribir es como la vida. Tomar decisiones, levantarse, caer, y seguir para poder volver a caer en la siguiente decisión errónea. Algunos, ni sabemos escribir ni vivir y nos damos tortas en ambos ámbitos. Gracias a los que estais ahí cuando tropezamos.

Besitos a todos.

domingo, 8 de junio de 2008

Fines de semana

Hay fines de semana que se olvidan antes de que empiecen. Son iguales los unos a los otros, perfectamente sustituibles con sutiles cambios en las conversaciones y el vestuario. Intercambiables como piezas de Lego en las que solo se altera el color, pero se mantiene la forma.

Este fin de semana es diferente. Diferente el viernes, diferente el sábado. Viernes en que volví a casa siendo sábado avanzado, después de amanecer. Amaneció y anocheció varias veces esa noche.

Sábado de dormir, escribir, dormir, leer. Salir un rato, menos mal, respirar. Sábado de hablar alrededor de unas tapas. Gracias por sacarme de casa, amigo. Le echaré mucho de menos cuando emigre. No sabe usted cuanto.

Fines de semana que dejan huella, donde las personas definen el mundo, donde hay palabras, gestos, momentos que son como tatuajes. Sabes que van a acompañarte siempre.

"Yo se que existo porque tu me imaginas [...] Pero si tu me olvidas, quedaré muerto sin que nadie lo sepa."
(Ángel Gonzalez)

miércoles, 4 de junio de 2008

Relato - Cerveza solitaria

Estaba solo en la barra de ese bar porque ella no estaba allí. Y no iba a estarlo. Meses esperando un momento, soñando con una oportunidad, con un gesto que ella le hiciera. Meses mirando sus labios deseando besarlos lentamente. Todo para al final estar sentado esa noche solo en un incómodo taburete, pedir otra cerveza al camarero y notar su sabor amargo bajando por la garganta. No sería la última de la noche.

Hasta el día de antes todo iba bien, o eso pensaba él. Ella estaba cerca, muy cerca. Había conseguido poco a poco hablar con ella, ganarse algo de su complicidad, incluso quedar algún día los dos a solas. Él iba poco a poco, tampoco había prisa, y prefería evitar correr y tropezarse. Todo parecía que, de forma más o menos natural, desembocaría, propiciado por cualquier pequeño detalle, en ese momento que el había imaginado de diversas formas. Cuando le sonó el teléfono, le pareció normal, dado que habían quedado unas horas después. Resultaba que ella había quedado con un viejo amigo esa noche, que al final no podrían verse. Ella lo sentía, y él dijo que no pasaba nada, que era normal, que ya se verían al día siguiente. Cogió el teléfono e hizo unas pocas llamadas. Tampoco fue difícil encontrar alguien que quisiera salir ese día.

Despertó casi a la hora de la comida. Demasiado alcohol la noche anterior. Un zumbido le martilleaba la cabeza, y tenerse en pie no resultaba demasiado fácil. Logró ducharse, vestirse y comisquear algo. Tampoco es que tuviera mucho hambre. Después, se volvió a su cuarto para volver a echarse a seguir descansando y tranquilizar algo su cabeza. En ese instante fue cuando vio su móvil con una luz parpadeante, indicándole la presencia de algún mensaje nuevo. Lo cogió y manipuló como alguien que ha hecho eso muchas veces, y vio que el mensaje que estaba en su buzón de entrada era ella. Una sonrisa se dibujó en su rostro; se alegraba de que ella le hubiera escrito por la mañana.

Esa sensación duró poco. El móvil salió volando contra la pared. Rebotó con fuerza contra ella, haciendo saltar un trozo de escayola, y cayó al suelo varias veces y en distintos sitios, tan descompuesto como estaba el rostro de su propietario.

Las lágrimas empezaron a brotar en su rostro. Algunas mojaron la pantalla del móvil, que había vuelto a sus pies. Segundos antes había leído en ella su mensaje en el que le contaba, irradiando felicidad, que ayer había habido un momento mágico con su viejo amigo, que los acontecimientos se habían desencadenado, que estaba contenta de lo que había pasado. Que hoy tampoco podrían verse, claro, pero que le invitaría a una cena un día de estos, que gracias por todo.

Él seguía sentado en el borde de la cama. Miraba los restos de su móvil, en el que deseaba haberse atrevido alguna vez a haber escrito un mensaje en el que hubiera dicho lo que realmente sentía. Sabía que no podía culparla a ella, ni a su antiguo amigo, ahora su proyecto de pareja. La culpa de tener que tomarse hoy una cerveza solo (no pensaba llamar a nadie, no quería explicar a nadie porque tenía que emborracharse hoy), era solamente suya. De su miedo, de su cobardía, de su pausa.

Había esperado mucho tiempo un día en el que ella se dejaría llevar, en que todo encajaría y fuera natural que sus labios se encontraran mutuamente, pausadamente, convirtiendo ese instante en un recuerdo. Lamentablemente, se había olvidado de ser él el que compartiera ese momento.

Apuró la cerveza. Era lo único que le quedaba.

lunes, 2 de junio de 2008

Hoy

Escribir un relato como el de ayer es sencillo. Buscas una situación cotidiana y, con unos cuantos cambios, la adornas y haces que se convierta en algo totalmente distinto.

Hoy me gustaría poder hacer eso, pero se me hace imposible. Hay situaciones que no pueden embellecerse, y escribir sobre ellas soy incapaz de hacerlo. Si no puedo aportar nada positivo, prefiero guardar un respetuoso silencio.

Hoy, de nuevo, me limito a enviar un abrazo.
Un fuerte abrazo.

domingo, 1 de junio de 2008

Relato - La última canción

Tardamos unos cuantos minutos en poder llegar a la barra, y otros tantos en conseguir llamar la atención del camarero. Sólo queríamos dos copas, nada más. Posiblemente fueran las únicas de la noche. Lo que es seguro es que eran las primeras después de haber estado vagabundeando por las calles de nuestro querido Madrid.

Con las bebidas ya en la mano logramos apartarnos a un rincón del bar. Allí estábamos, contra una pared, rodeados de canciones de otros tiempos, fotos en las paredes, voces, codos, el humo de algún cigarro y esa tenue oscuridad que siempre tienen los bares para que no se vean los efectos del alcohol a lo largo de la noche.

Había más gente, desde luego, pero estábamos solos. El resto de la concurrencia podría haberse desvanecido y habríamos tardado tiempo en darnos cuenta. Mi atención saltaba de mi copa a tus ojos, que refulgían y quemaban, pasaba por tus manos, que sujetaban el vaso o escenificaban alguna de tus historias y se centraba, una y otra vez, en cada una de las palabras que salían de tu boca. Las recuerdo todas ellas y a la vez no recuerdo ninguna. Se que tejían una tela de araña compuesta de pausas, silencios, tonos y vivas historias que me iba rodeando, poco a poco, sin que yo quisiera evitarlo. Yo me dejaba mecer y guiar.

La copa se acababa, la cambiamos por otra. No recuerdo haber ido de nuevo a la barra. Podría haber sido la misma, podríamos habersela robado a alguien, me lo creería. Esa noche el alcohol era una mera comparsa, un telonero de la actuación principal, que era tu compañía. Fueron las copas que más tiempo tardamos nunca en bebernos. Nuestras conversaciones no admitían pausas ni descansos, como si la noche pudiera terminar de pronto y no quisieramos que nada se quedara pendiente.

De improviso, Las luces se encendieron y como si hubiera sonado por enésima vez el chillido amargo de un despertador, supuso el fin de nuestra ensoñación. Volvió a haber gente a nuestro alrededor, escuchamos otras voces. La música concluyó y todo nos recordó que era madrugada, que estábamos en Madrid, que la noche, por desgracia, se acababa.

En ese momento en que la realidad nos había golpeado y nuestros pies volvían a tocar el suelo, la noche dio un nuevo giro. El silencio abrió la puerta y se apoderó de todo el bar. El camarero abrió un cajón, y sacó un disco. Lo puso en la cadena que había tras la barra, y a un volumen escaso, empezó a sonar la que sería la última canción del día. Alguien que no recuerdo alzó su voz sobre la original, e interpretó ese tema: adivinamos, desde la primera nota, que era sobre nosotros. El resto del bar se disipó de nuevo, como si fueran neblina, y solo quedamos tu y yo, en silencio, intentando descifrar la letra de esa canción, en silencio por primera vez en toda la noche. La voz sonaba irreal, lejana, etérea.

Estábamos oyendo nuestra historia, y lo único que podíamos hacer era atraparla, sentirla, revivirnos. Éramos tu y yo en esa partitura. Yo el ritmo, tu la melodía. Tu las estrofas, yo el estribillo. Nosotros, juntos, la canción. La letra, en la que nos describíamos y nos encontrábamos. En la que bailábamos, en la que nos descubríamos. En la que la noción del yo desapareció y dio paso, por fin, al nosotros.

La canción acabó, el bar cerró, la noche dio paso al día. Pero esa canción sigue todavía sonando en mi cabeza, y oigo tu silencio a mi lado acompañandome cada vez que la escucho.