domingo, 31 de octubre de 2010

Puente

Semana que concluye un día después por la magia de un puente, y con
una hora más merced a la decisión de unos expertos que tomaron hace
años una decisión que nadie sabe si es positiva o no. Semana que
empezará en fiesta, en este homenaje a nuestras generaciones
anteriores que es el día de todos los santos. Hay paises que celebran
la muerte, el catolicismo cambió la fiesta a celebrar la resurreción.
El Halloween americano hizo algo similar, pero con algo más de
visceras y muertos vivientes. Curioso como hemos solapado fiesta,
sobre fiesta, sobre fiesta.

En menos de una semana empieza mi periplo por el cono sur, por esa
Argentina que tanto promete y que parece una copia muchas veces de
nuestra España, con sus políticos, sus gentes, su pasión por el
fútbol. Su corralito en el que convirtieron dinero en aire mientras
que nosotros lo transformamos en ladrillos. Queda su desbordante
naturaleza por delante, que es de lo que trata el viaje: dejarse
maravillar por este planeta lleno de magia, con el que por mucho que
dibujemos en planos y pantallas, aún no somos capaces de competir,
sólo de destruir.

Queda por preparar una maleta gigante, preparar lectura, concienciarse
sobre qué quince días sacando fotos son demasiadas fotos que luego no
habrá quien procese ni nadie para verlas. Queda confiar en que el
mundo no se acabe mañana cuando tiren otro satélite dañado al mar.
Queda ver como el año se acaba como los anteriores. Queda pensar como
acabarlo en condiciones.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Proverbio

Leído hace años, recuperado por mi memoria hace instantes: "Si la
piedra cae sobre el huevo, mala suerte para el huevo. Si el huevo cae
sobre la piedra, mala suerte para el huevo"

En ambos casos, duele :p

martes, 26 de octubre de 2010

carta en el buzón

Al sacar la carta del buzón, noté que pesaba poco. Aparte, parecía
vacía, como si simplemente fuera el sobre, mi dirección, tu nombre
escrito con tu impecable letra, el sello. No aparentaba que hubiera
nada más dentro. La abrí, expectante, deseando saber cuál era el
contenido que desde fuera no se adivinaba.

Dentro no había nada.

Te llamé, divertido con ese juego. Te pregunté qué me habías enviado,
si era un beso, una caricia, tu último pensamiento antes de
dormirte... No, dijiste, no, te he enviado todo lo que quedaba por
decirnos. Y colgaste.

lunes, 25 de octubre de 2010

La red social

Una película sobre facebook puede enfocarse de muchas formas. En este
caso, lo que se ha buscado es toda la historia humana que hay detrás,
los conflictos legales entre los fundadores, las discusiones, los que
dijeron que era idea suya... Obviamente, todo está convertido en
película, no es un documental. El caso es que, aunque quizás peque un
poco de excesivo metraje, se deja ver muy bien. Hay muchos puntos que
quedan en el aire, explicaciones que faltan, pero la historia de cómo
nació la red social más grande del planeta queda perfectamente
definida.

Las redes sociales han revolucionado el mundo. Han generado problemas
nuevos que nadie podía imaginarse años atrás, ciertamente, pero han
cambiado las formas en las que mucha gente se relaciona. Ya nadie te
tiene que enseñar sus fotos, tú decides si las ves cuando son
publicadas. Igual que te permite saber si un amigo está enfermo, o
cuando es su cumpleaños, u organizar reuniones de forma sencilla. Las
opciones son casi infinitas. Igual que los problemas de privacidad
asociados, indudablemente. No somos plenamente conscientes de quien no
lee, no pensamos que escribimos para cien personas, sino para diez.
Hemos conseguido llevar una nueva forma de comunicarnos, lo que supone
una nueva fuente de cabreos. Así somos.

El caso es que al principio sólo había correo electrónico, después
llegaron los foros, el chat, los blogs, twitter, facebook... Cada vez
estamos más conectados, aún sin darnos cuenta, unos con otros. Hacemos
ciudades cada ve más inhumanas, así que la tecnología es la que se
encarga de reforzar esos lazos. La tecnología nos vuelve a convertir
en una tribu. Eso sí, una tribu incapaz de vivir tres días sin
electricidad.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Federico Moccia

Se dice que para poder criticar algo en condiciones hay que conocerlo.
Pues eso me propuse yo con Federico Moccia, leermelo antes de
criticarlo sin más como parte de una literatura facilona y
romanticona. Debería hacer lo mismo con los vampiros que usan crema
solar, pero lo de tropezar dos veces en la misma piedra nunca me ha
apasionado, para que engañarnos.

Siendo honesto, diré que todos lo que se han leído los dos libros
"Perdona si te llama amor" y "Perdona ¿ quieres casarte conmigo?"
Dicen que el primero da varias vueltas al segundo. Por desgracia, el
que cayó en mis manos fue el segundo, así que a lo mejor el primero sí
que es una obra maestra. ¿ Será Moccia otro Sam Savage ?

Así que me encontré con unos personajes ya definidos en el libro
anterior, con unas historias que ya estaban comenzadas y que se
desarrollaban. Miento. No se desarrollaban. Pasaban cosas de
improviso. Las relaciones cambiaban sin ton ni son, con unos
personajes planos que parecían tirar dados antes de hablar, o que se
ceñían lo más posible a todos los tópicos. Hay varias historias de
amor acompañando la principal, y, sorprendentemente, ninguna de ellas
es creíble. Además, la omnisciencia del narrador, que va adelantándote
acontecimientos, crispa por momentos. El autor tiene claro que escribe
para gente criada viendo series, que espera que las tramas sean
sencillas, los capítulos cortos, y que quiere previos y adelantos de
lo que está por venir.

Sobre el estilo literario, aunque el estilo directo que usa facilita
que se lea rápido y sin complicaciones, hace aguas. Las palabras no
son creibles en los personajes. Las chicas jóvenes suenan a viejas con
la permanente repitiendo frases de la serie de por la noche. Y los
discursos y las grandes frases sobre el amor son... Me ahorraré alguna
palabra para describirlas, por aquello de que es un sentimiento
precioso.

Así que nada, incluyo otro bestseller en mi lista, confirmando cada
vez más mi teoría de que no hay que leer bestsellers. Ni novelas
romanticonas predecibles...

lunes, 18 de octubre de 2010

Cosas que dejé olvidadas

El martes, comiendo, me dejé el bolso en un bar. Llevar la cartera,
llaves y el móvil en el bolsillo hacen que uno no note la ausencia al
levantarse de la mesa. Allí se quedó el bolso, que, por supuesto,
llevaba tecnología, así que la broma hubiera sido cara. Por suerte, en
el mundo queda bastante gente honrada, y, tras una llamada de teléfono
para confirmar y un mensajero, el bolso volvió a estar conmigo y con
todo su contenido intacto.

Ayer vi algo similar en un bar: una cliente se olvidó el monedero, y
el camarero lo vió, preguntó a su compañera a ver de quien podía ser,
y lo guardó para ver si la supuesta propietaria volvía.

Tendemos a pensar que todo el mundo va a robarnos, pero luego, a la
hora de la verdad, hay mucha más buena gente que mala gente, mucha más
gente solucionando problemas que generándolos. Sirvan estas líneas
como humilde homenaje para toda esa gente.

Si fuera tan fácil siempre recuperar lo que se pierde!

miércoles, 13 de octubre de 2010

minería

Lo que nos identifica como especie no es como nos enfrentamos unos con
otros, ni nuestro afán de conocimiento, ni nuestra tecnología capaz de
dominar el planeta. Lo que nos distingue es ese canto a la vida
continuo que hacemos, aún cuando sabemos que moriremos rápido, antes
de lo que pensamos. El 20 de junio murieron 46 mineros en China. Ese
día y el siguiente, se publicó la noticia por todo el mundo. El día
22, el 23 como muy tarde, fue olvidada. El 5 de agosto, apenas mes y
medio después, 33 mineros quedan atrapados en una mina chilena. Los
detalles son conocidos por todos. Jamás se han visto tantas portadas,
tantas noticias, tantos detalles, un país entero movilizado durante
semanas siguiendo a esos 33 pobres trabajadores que salvaron la vida
igual que pudieron haber muerto en el terremoto. Pudieron haber
desaparecido del planeta ese día, y dos después, de cualquier
publicación.

Pero a los humanos nos gustan estas historias. Reto, superación,
situaciones límite que parecen van a superarse. Familias angustiadas
esperando a que aparezcan en ese tubo de metal como un regalo de
cumpleaños que están deseando abrir. Como especie damos vergüenza en
muchos momentos, pero hay algunos, pocos, en que nos damos cuenta que
es lo que nos lleva hacia delante, que es lo que nos impulsa. En que
todos arrimamos el hombro, perforamos el planeta, vencemos a un
terremoto, y resucitamos a 33 mineros cuyos nombres quedarán grabados
para siempre en la historia.

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Los comentarios de lo que hubiera pasado en España con nuestros
políticos, nuestro odio a la bandera y nuestras rencillas van a un
lado.

Agua

Un mar desconocido, fruto de una pelea entre tempestades y tormentas a
millas de la costa. Olas furiosas, olas agitadas, olas que golpean la
costa intentando herirla, llenándola de sal, espuma y agua. Olas que
no saben comportarse, enojadas como niños pequeños en una pataleta que
las lleva a hacer el mayor daño posible. Olas que embisten contra mi
piel, mientras aguanto sus embates retrocediendo unos pasos. Olas que
cubren mis piernas, mi torso, mis hombros, mi cabeza buscando
derribarme. Me tambaleo, pero no caigo por su golpe. Me derrumbaré
después por el peso de la arena en los recuerdos.

El agua después cambia del combate cuerpo a cuerpo al bombardeo
periódico y agónico de una tormenta inacabable. El cielo se abre, las
gotas convertidas en alfileres y piedras caen, y no queda sino
cobijarse allá donde se pueda. La ropa se empapa en menos de un
minuto. Los coches se detienen, asustados. El fuerte aguacero se
combina con el viento para pegarse a la piel y a los huesos, para
calar las gafas, para convertir el estar de pie en una inmersión en un
riachuelo urbano. La única ventaja de este llanto del cielo es que
sirve para camuflar el propio. La naturaleza oculta nuestras
debilidades gracias a su fortaleza. Puedo llorar y seguir siendo
invisible. Lo hago.

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Pequeño y literalizado homenaje a las grandiosas olas más propias de
otros mares que vimos el lunes, y a la tormenta que nos obligó a salir
tres horas más tarde a carretera del martes.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Sólo para tus ojos

Ahora estás sentada delante del ordenador, en un breve momento de
descanso, saltando de un blog a otro, viendo las nuevas publicaciones.
Ahora lees lo que yo escribí para ti hace unas horas. Piensas que no
es para ti, claro, que está escrito para otra persona. ¿ Cómo iba a
ser para ti ? ¿ Por qué iba yo a escribirte algo ?

Aunque en el fondo sabes bien porqué es ¿no? En el fondo de tu alma
sabías que esto acabaría pasando, aunque no pensabas que sería así, no
pensabas que sería hoy. Pero a veces hay que dar ese paso adelante,
dejarse llevar, escribir lo que ya sabes, que leas lo que te he dicho
tantas veces sin palabras.

Así que ahora mismo estamos tú y yo, solos cada uno en una habitación
lejana, pegados cada uno a un lado de este monitor en el que se
reflejan tus ojos. Estamos unidos por estas frases, enlazados un poco
más con cada palabra, con cada punto y seguido. Tu respiración ahora
es más lenta, y ha cambiado tu velocidad de lectura. Puedes oir tu
corazón marcando el ritmo de tu lectura. Casi puedo oirlo yo, que noto
como vas leyendo estos párrafos. No lo notas, pero mi pecho sube y
baja al ritmo que marcan tus pulmones. Y ese ratón que tienes ahí es
casi una prolongación de mi mano, en la que puedes relajar la tuya
mientras lees. Hazlo, aprieta mi mano. Sientela.

Ahora que ya estamos solos, que sabes que estoy hablando
exclusivamente contigo, sabes que no hace falta que te diga lo que
tengo que decirte, ¿verdad? Sabes palabra a palabra lo que te diría,
lo que saldría de mis labios si estuvieras aquí delante. Escuchame
decirtelo, siente mi voz leyendo esto, envolviendote. Desde la
pantalla a detrás de tu silla, susurrándote al oido, una mano a tu
hombro, acariciando levemente tu cuello. Sí, puedes oirme ahora
perfectamente, lo se. Sabes que estoy ahí contigo. Diciendote en
apenas un susurro todo lo que sabes que te iba a decir. Sílaba a
Sílaba. Palabra a palabra. Frase a frase. Con mi voz deslizándose por
tu piel, mis palabras por tu pelo.

Y ahora no me queda sino volverme a la pantalla, dejar que tus ojos
sigan recorriendo estas líneas hasta el final. Despedirme de tu
mirada, de tus sentidos. Despedirme de ti por ahora.

Esperar la respuesta a todo lo que te he dicho...

martes, 5 de octubre de 2010

Comprando

La tienda era especialmente amplia, casi tenía dimensiones de cadena de electrodomésticos. Anchos expositores, pasillos por los que poder caminar sin agobios, altos techos. Un sitio donde pasear cómodamente mientras se miraba el producto a comprar con calma, sin dejarse llevar por las prisas ni los codazos de pasillos atestados y otros clientes empujando por ser los primeros. No allí. Uno podía pasar el tiempo que quisiera viendo las virtudes de cada producto, comparándolo, leyendo las especificaciones. Los compradores sabían que allí no había forma de demostrar cuál se adecuaba mejor a sus necesidades, así que tenían que confiar en su instinto. Un porcentaje de los compradores se dejaba llevar por esa primera impresión, otros llevaban listas escritas en casa con lo que buscaban, por lo que iban marcando y tachando hasta encontrar el que mejor se amoldaba a su idea inicial, otros estaban horas y horas cambiando de perfil, mirando desde todos los ángulos, leyendo y releyendo toda la información disponible.

Finalmente, uno elegía al suyo, lo echaba a su carrito, y se iba a pagar a la caja. La verdad es que la forma de elegir a los políticos había mejorado mucho desde los orígenes del siglo XX: ahora cada uno tenía el suyo en su casa, soltando discursos, largas soflamas, críticas a todo y a todos. Había gente que incluso se compraba dos, para escucharlos debatir durante horas. 

Cuando la sociedad se dio cuenta que no aportaban nada en los parlamentos ni en ningún cargo de responsabilidad, hay que reconocer que reaccionaron rápido para no morirse de hambre.

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Dedicado a nuestra futura presidente del gobierno, doña Belén Esteban.

domingo, 3 de octubre de 2010

Pasado y futuro

En un gran fin de semana marcado por el futuro, hay momentos que han traído esencias del pasado. Recuerdos de hace catorce años, de hace doce, de hace dos. Buenas memorias mezcladas con otras en las que uno cayó y no supo corregir a tiempo. Lecciones aprendidas, olvidadas, repasadas, pendientes. Caminos de la vida que acabaron relegados a cajones de un mueble cerrado, y que uno desearía poder abrir y seguirlos desde donde se quedaron. 

No sería en absoluto justo recordar este fin de semana con melancolía. Es más honesto recordarle con felicidad, con una sonrisa. Con un abrazo. Y que el futuro sea tan maravilloso como mucho gente se merece.