llaves y el móvil en el bolsillo hacen que uno no note la ausencia al
levantarse de la mesa. Allí se quedó el bolso, que, por supuesto,
llevaba tecnología, así que la broma hubiera sido cara. Por suerte, en
el mundo queda bastante gente honrada, y, tras una llamada de teléfono
para confirmar y un mensajero, el bolso volvió a estar conmigo y con
todo su contenido intacto.
Ayer vi algo similar en un bar: una cliente se olvidó el monedero, y
el camarero lo vió, preguntó a su compañera a ver de quien podía ser,
y lo guardó para ver si la supuesta propietaria volvía.
Tendemos a pensar que todo el mundo va a robarnos, pero luego, a la
hora de la verdad, hay mucha más buena gente que mala gente, mucha más
gente solucionando problemas que generándolos. Sirvan estas líneas
como humilde homenaje para toda esa gente.
Si fuera tan fácil siempre recuperar lo que se pierde!
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