martes, 5 de octubre de 2010

Comprando

La tienda era especialmente amplia, casi tenía dimensiones de cadena de electrodomésticos. Anchos expositores, pasillos por los que poder caminar sin agobios, altos techos. Un sitio donde pasear cómodamente mientras se miraba el producto a comprar con calma, sin dejarse llevar por las prisas ni los codazos de pasillos atestados y otros clientes empujando por ser los primeros. No allí. Uno podía pasar el tiempo que quisiera viendo las virtudes de cada producto, comparándolo, leyendo las especificaciones. Los compradores sabían que allí no había forma de demostrar cuál se adecuaba mejor a sus necesidades, así que tenían que confiar en su instinto. Un porcentaje de los compradores se dejaba llevar por esa primera impresión, otros llevaban listas escritas en casa con lo que buscaban, por lo que iban marcando y tachando hasta encontrar el que mejor se amoldaba a su idea inicial, otros estaban horas y horas cambiando de perfil, mirando desde todos los ángulos, leyendo y releyendo toda la información disponible.

Finalmente, uno elegía al suyo, lo echaba a su carrito, y se iba a pagar a la caja. La verdad es que la forma de elegir a los políticos había mejorado mucho desde los orígenes del siglo XX: ahora cada uno tenía el suyo en su casa, soltando discursos, largas soflamas, críticas a todo y a todos. Había gente que incluso se compraba dos, para escucharlos debatir durante horas. 

Cuando la sociedad se dio cuenta que no aportaban nada en los parlamentos ni en ningún cargo de responsabilidad, hay que reconocer que reaccionaron rápido para no morirse de hambre.

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Dedicado a nuestra futura presidente del gobierno, doña Belén Esteban.

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