lunes, 5 de abril de 2010

Feliz cumpleaños





Te miro a los ojos, y puedo ver la huella que el tiempo ha ido dejando en ellos. Han ido perdiendo brillo desde aquella primera vez que los vi, se ha ido escondiendo la inocencia, difuminando la esperanza. Empieza a haber atisbos de experiencia por algunas zonas.


En tu mirada se notan las pequeñas cicatrices que te ha ido haciendo la vida. Quedan lágrimas atrapadas de noches que no tuvieron sentido, de golpes recibidos, de conversaciones que nunca acabaron. Heridas que nunca cerraron porque no podían cerrar. También destellos de grandes alegrías, robados a otras miradas felices, a ilusiones compartidas.


Cada vez te queda menos pelo, tus rasgos se muestran más maduros, tu juventud, oh, la juventud, más lejana. No veo trazas de aquel chaval de dieciocho años por ningún sitio, ni de aquel crío que fuiste una vez, feliz, ajeno al mundo, preocupado por una pelota, un ordenador, unos amigos y poco más. Quizás todo no sea tan distinto, después de todo. Quizás debiera serlo.


Te veo ahora más consciente de lo que tienes por delante, de todo el camino que te queda por recorrer y que aún no te has atrevido casi a empezar. Sigues parado en la orilla del mar, mirando las olas, cuando deberías subir de una vez a un barco y dejarte llevar por la corriente.


Sí, puedes recordar el último año, puedes recordar como empezó, como siguió, como acabó. Puedes recordar todo lo que sucedió hasta el último detalle, ponerlo en una balanza y valorarlo. Puedes recordar la nieve que ha caído y nunca se limpió, las manos que te sostuvieron, los cambios, los giros que todo ha dado. Te dará igual. Estás de nuevo donde siempre: al principio del resto de tu vida. Sí, ahora con treinta años. Ahora, de nuevo, listo para que empiece lo mejor.


Feliz cumpleaños, aunque sea con un día de retraso. Descansa, figura del espejo.

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