Tener entre los brazos al ser querido, moribundo, oyendo como se le va la vida lentamente. Notar como aquello que tiene se desvanece, como un riachuelo que de pronto desaparece sin que nadie se de cuenta. Ver como el dolor le abandona, y anida en el corazón propio. Sentir como el movimiento de la sangre en sus venas desaparece y se transforma en un furioso torrente en los ojos que le ven morir.
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