domingo, 29 de agosto de 2010

Muchedumbres

Una multitud, moviendose como hormigas furiosas y hambrientas. Nadie se queda quieto, todos corriendo inquietos. Mi espalda, apoyada en un muro, me mantiene pegado al escenario, fuera del resto de la turba. Soy como la roca en mitad del río, viendo la corriente alrededor, pero sabiendome apartado de ella. 
Siempre me ha gustado la sensación de estar al margen.

Entre el griterío y el fluir de rostros, distingo unos ojos que, furtivamente, coinciden con los míos un segundo. Siento como quieren decirme algo, pero no encuentran la manera. A los míos les pasa lo mismo, y somos incapaces de comunicarnos en ese instante que nos ha concedido el frenesí circulante.

Sin ser consciente de cómo, los ojos desaparecen y vuelvo a quedarme ahí, solo, deseando saber que les hubiera gustado decirme, deseando saber qué haberles dicho.

El gentío vuelve a correr a mi alrededor. Sus miradas, vacías, sólo vigilan el suelo.

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