Allí empezaba nuestra segunda actuación del día: demostrar una falsa cordialidad que había dejado de existir hacía meses, realizar unos movimientos para evitar las confrontaciones muy sutiles, casi coreografiados. Sonrisas de plástico y espuma de cerveza, frases enunciadas con tonos impostados. Relaciones fingidas, Vacuidad y cinismo.
Si nuestro público pudiera vernos en ese bar representando una falsa vida, estaría quince minutos aplaudiendo, puestos en pie. Extasiados.
Cuando dejamos el bar y nos dispersamos cada uno a nuestra madriguera particular, me arrepiento del día que acepté este papel, esta vida. Uno nunca sabe cuando algo es verdad o mentira. Casi siempre es todo un escenario.
Mañana el público volverá a ponerse en pie.
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