martes, 7 de septiembre de 2010

Final de la noche




Nada dura eternamente, ni siquiera el regusto de la última cerveza. La noche concluye difuminandose con la luz que empieza a surgir de entre las calles. Queda serenar la cabeza, calmar el corazón, y cambiar la boca de la cerveza y los brazos de una desconocida por el tacto de las sábanas propias. Cambiar la realidad endulzada por el alcohol por el abrazo del sueño. Dejar atrás los sutiles engaños de la noche y caer en la cama. Olvidar las miradas que se cruzaron y se perdieron, las personas que se esquivaron y se encontraron, las botellas que se vaciaron. Cerrar los ojos, abrazar la almohada. Dormir. Dormir.

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