domingo, 20 de febrero de 2011

Lectura finalizada

He tardado demasiado en acabar de leerte. Ochocientas setenta páginas que han costado como mil libros distintos escritos en un idioma desconocido. Sabes, tan bien como se yo, que no ha sido culpa tuya. Exudas brillantez en cada página, demuestras el talento, la agilidad mental de cada relato. No fue culpa tuya, sino mía. Habrás oído hablar del bloqueo del escritor ante la página en blanco, la sensación de vacío que se apodera de él, inmisericorde. Yo descubrí el bloqueo del lector. El libro como camino que se acaba y concluye y después no queda nada de lo que había al principio, aparte de un libro enclaustrado en una estantería.

Fue fallo mío convertirte en algo más que un libro y transformarte en un símbolo. Eres papel, y debes limitarte a serlo. Papel escrito, con magia en cada página. Páginas que han ido leyendo mis diferentes yos a lo largo de los meses, de los años. El que empezó y el que te acabó comparten genes, pero difieren en varios puntos. Era mejor el inicial que el final, y que todos los diferentes que nacieron y se extinguieron por el camino.

Hoy, al cerrar tus tapas por última vez, todo acaba. Y realmente, lo único que ha acabado es la lectura de un libro de ochocientas setenta páginas que volverá a dormir en una estantería. Gracias por haberme esperado.

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