martes, 30 de marzo de 2010

Amore, amore...


La Fontana di Trevi. El atardecer. El sol cayendo mientras las luces empiezan a iluminar la fuente donde todo el romanticismo de la ciudad eterna se concentra. Entre decenas de flashes y monedas cayendo a la fuente, una pareja en la que el tiempo se ha detenido. El gentío se difumina a su alrededor, mientras ellos siguen allí, con sus labios enlazados, ajenos al caos que les rodea.

El tiempo se detuvo en el mármol de la fuente. El tiempo se para ahora, expectante, flota en torno a los dos amantes.

Cuando sus labios se separan, despacio, parece como si el sonido del mundo volviera a existir, y la realidad, de golpe, se hubiera hecho presente en la plazuela.

El agua sigue manando, indiferente.

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Fontana di Trevi, donde los turistas lanzan monedas pidiendo deseos que nunca van a cumplirse, sacan fotos que es imposible que salgan bien, y se sientan mirando caer el agua de una fuente de dimensiones exageradas. Allí cenamos, sentados con nuestro bocata. La fuente se apagó diez minutos después. Dicen que para salvar el planeta. Los ecologistas, que no saben que hacer para llamar la atención...

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