martes, 4 de enero de 2011

Relatos que nunca se relatan

El príncipe se enamoró de la campesina. Como era previsible, su padre prohibió que se vieran nunca más. Él la olvidó pronto. Ella antes.

El alumno conflictivo siempre se sentaba en la última fila de la clase. El viejo maestro le ignoraba. Él joven acabó con un trabajo de mierda. El anciano, con una pensión de mierda.

Se sentaban enfrente en el tren muchas mañanas y de vez en cuando intercambiaban miradas. Nunca se hablaron, asi que cuando uno se compró en un coche no cambió mucho.

Tenía los ahorros de su vida metidos en el banco, deseando realizar ese viaje alrededor del mundo con el que había soñado tanto tiempo. Su repentina muerte hizo que el dinero fuera para sus hijos, que lo cambiaron por unas cuantas botellas de tequila y prostitutas baratas.

Miró al cielo, vio una estrella fugaz, pidió un deseo. Su vida fue más miserable que antes al darse cuenta de que fijaba sus esperanzas en los astros.

Se conocieron, se cayeron bien, se enamoraron, se casaron, tuvieron hijos, fueron felices, tuvieron nietos, se murió uno, se murió el otro. Sus hijos repitieron el proceso.

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