miércoles, 28 de febrero de 2007

Granada de día ( II)


Granada por el día fue una buena paliza física, de la que me temo algunos no nos recuperaremos hasta que hagamos una cura de sueño el fin de semana.

Llegamos de marcha a las 4 de la mañana, y la intención era despertarse a las 7:30. Ójala. A las 7 unos borrachos cantando a voz en grito: "Ramonaaaa, te quieroooooo" nos debieron desvelar a todos. El que no los oyera sabe que en un ataque nuclear seguirá durmiendo tranquilamente.

Fuimos a desayunar a un bar con unos camareros muy amables. Tan amables que nos invitaron a irnos a otro bar porque eramos muchos y taponábamos el pasillo. Lo nunca visto. Así que, para hacerle ver que nos importaba mucho su opinión, nos quedamos. Teníamos que estar sobre las 9:15 en la Alhambra dado que la visita a los palacios es con hora, así que en torno a las 9:00 nos subimos al autobús.
Fue subirnos al autobús y descubrir que los números de reserva estaban en la habitación. Así que Luis y yo nos fuimos corriendo a buscarlos, haciendo todo el ejercicio que pensábamos habernos ahorrado y un poco más. Cogimos un taxi para volver y llegamos sin problemas. Pero cansados. Buena forma de empezar una visita a la Alhambra.

De la Alhambra diré poco. Espectacular, como siempre. Juanjo me consiguió una naranja (me la intenté tomar ayer, pero terriblemente ácida. Aún así se agradece el detalle), la mitad de los turistas se giraron en una sala cuando soltó a voz en grito un "viva el vino" y estuvimos como media hora en una de estas curiosas salas en las que hablas contra la pared en una esquina y se oye perfectamente en la esquina opuesta sin que se oiga nada entre medias.

De la Alhambra nos bajamos a comer a la plaza Nueva. Logramos meternos en una pizzeria, hombres por un lado, mujeres y Gabi por el otro. Gabi encantado, por supuesto. Después, en vez de la prometida siesta, nos fuimos a la catedral.

La catedral de Granada es bastante diferente al resto de las españolas. Primero, porque está encalada prácticamente entera, segundo, porque es renacentista y tercero, porque parece que no está acabada. Le faltan detalles por pulir. Después de la catedral, mientras unos visitaban la tumba de los reyes católicos, otros nos quedamos observando el acoso y derribo de las gitanas con sus ramitas y sus intentos de leer la buena ventura a los turistas que se dejaban. Hubo uno que les soltó un billete de 20 euros. En mi vida he ganado tanto por un trabajo de tres minutos, como mucho.

Para concluir las visitas de iglesias, nos fuimos hacia las que nos recomendó Chema: el Monasterio de San Jerónimo y la basílica de San Juan de Dios. Espectaculares ambos, cada uno a su manera. El primero tiene la tumba del Gran Capitán y una de las iglesias más particulares que yo haya visto: totalmente pintada con frescos. No queda un solo hueco en el que no haya algo pintado, una escena de la biblia, un adorno para las columnas, ... Debe ser una tortura para los restauradores. La basílica en cambio no tiene pintura, tiene oro. A espuertas. Es una especie de barroco recargado y en el que todo decidió decorarse con pan de oro, a excepción del Cristo y de los bancos. Dos templos decorados ambos con exceso.

Con esto acabamos con los monumentos y pasamos a ascender en búsqueda del mirador desde el que sacar la foto de la Alhambra y al que ya llegamos de noche, por lo que esa parte ya quedó contada en la entrada anterior.

Buena ciudad de día, y buena ciudad de noche.

Mañana cuento las breves horas en Córdoba, donde Gabi destacó sobre manera.

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