lunes, 26 de febrero de 2007

Granada de noche (I)




Este fin de semana hemos disfrutado de un viaje relámpago a Granada, con visita a la Mezquita de Córdoba de regalo. Podría contarlo aquí todo de prosa y corriendo, pero voy a ir por partes. Y como lo primero es lo primero, lo primero fue la noche, que es cuando llegamos.

Granada para mi era un mito en cuanto a las tapas. Todo el mundo me había contado siempre maravillas, pero ya se sabe lo que nos gusta a todos exagerar. Y el caso es que era todo verdad. Pides cualquier bebida, y te ponen una tapa. Pero no un trozo birrioso de pan con un poco de chorizo, no. Hamburguesas pequeñas, bocadillitos, pinchos morunos, ... Con cuatro refrescos yo ya había cenado. Además, al mismo precio que en Madrid sin la tapa. Espectacular. Para hacerles un monumento.
En los bares que eran bares de copas puros y duros no ponían nada, eso sí. Cuando ya está la gente a copazos quiere que el alcohol se les suba algo.

El segundo día al anochecer vimos la Alhambra desde el mirador de San Cristóbal (si mi memoria no me falla con el nombre). Unas cien o doscientas personas mirando la Alhambra desde allí y justo en la dirección en la que todo el mundo mira, llega uno con su cochecito y al ir a aparcarlo le mete un señor golpe al coche de detrás. La ovación que se llevó no la olvida en bastante tiempo.

Lo mejor de esa segunda noche fue la vuelta a la pensión. Vernos a Javi, a Luis y a mi partiendonos de risa con cualquier chorrada no tenía precio. A carcajada limpia. Hacía tiempo que no me reía de esa forma. Pensándolo friamente, no tenía ningún sentido, pero nos faltaba llorar de la risa. Varios que ya estaban durmiendo nos oyeron, lo que en parte era nuestra intención dicho sea de paso, pero sólo salió para unirse al cachondeo Juanjo. En cuanto se levantó, nos fuimos a la cama.

Gran viaje y gran fin de semana. Si tengo tiempo, mañana cuento Granada de día.

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