Ese hombre, ese ser humano, es la definición absoluta de la soledad. Lejos de nada a lo que pueda llamar hogar, abandonado al trato con sus semejantes, perdido entre unas sábanas y una colcha destinadas a cubrir amores de fin de semana y escarceos fugaces.
La vida de ese hombre transcurre donde él no está, y sus sueños no entran en esa habitación enmoquetada.
Pero aún así, sonríe. Aún así, camina erguido y no llora cuando cae el sol. Sabe que en algún momento dejará esa habitación, ese colchón, y partirá allá donde la vida no sea en blanco y negro.
Ese hombre sabe que, por algún extraño motivo, aún hay esperanza. Y sólo tiene que hacer la maleta, una vez más, para ir a buscarla.
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