domingo, 29 de noviembre de 2009

espectador improvisado anonadado

( odio borrar tres párrafos que me habían quedado bien, pero a veces hay que borrar, empezar de nuevo y dejar la casa en orden )

El mejor momento de tu vida. Sí, ese que solo podrías recordar con una sonrisa infinita de felicidad, como un recuerdo placentero que se repite cada vez que se evoca. No, no me refiero a algo que dure, no, me refiero a un instante: ese primer beso a la luz de una hoguera, ese gol, casi imposible, que dio el título a tu equipo por primera y única vez, ese abrazo que te recordó, de pronto, que los sentimientos son tan necesarios como la sangre y el alimento.

Visualiza esa escena, sacate de ella. Contemplala desde fuera como si fuera un documental. Es probable que, ahora, la emotividad cambie. Ya eres una tercera persona, no un protagonista. Quizás te veas torpe, o quizás te sientas orgulloso de ese actor que te está recreando. Ya has creado el decorado en tu mente, ya tienes a los actores reviviendola, cambiemos el guión.

Por un rincón, por una esquina que la cámara apenas lo vea más que de lejos, mete un elemento absurdo: un payaso tocando una bocina, un marciano fumandose un puro, un mono, verde como la hierba fresca, disfrazado de superhéroe. Mientras entra en escena, cambia la banda sonora, o pon una. Algo estrambótico, algo que desvirtue el momento y le de la vuelta, tirandolo al suelo, pisoteandolo.

Espera, aún no hemos acabado, el personaje invitado no puede limitarse a dar vueltas como parte del decorado, tiene que intervenir. Es parte de la escena, parte importante. Te roba protagonismo, comparte esa parte de la gloria.

Ahora en tu butaca estás incómodo, la escena es otra, irreal, absurda. Una parodia de la realidad. Una burla, desafinada y cruel, de tu mejor momento. Has convertido el momento cumbre de tu vida en un número tragicómico, carente de sentido. Sólo te queda elegir si llorar o reir.

Yo recomiendo reirse: a fin de cuentas, aunque la vida se convierta en una película barata de ficción carente de sentido, ya hemos pagado el precio de la butaca y estamos obligados a verla, con sus deformaciones, con sus cambios absurdos del guión, hasta el final.

¿ Cuánta gente podrá decir que, en su primer beso, había un mono verde al lado animandole ? 

Ahora, cada vez que pienses en ese instante, puedes, oh, maravilla, reirte dos veces. Nada como sobreescribir, ligeramente, lo sencillo de la vida con dos rotuladores de colores y una espátula.

Y así, señores, se escribe la historia, añadiendole detalles que hagan que valga la pena recordarla y contarla.

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( nota del autor: si en lo anterior se cambia todo por imaginarse que uno es Kaká o Xavi Alonso, que ha dado una lección en el Camp Nou, que a pesar de eso ha perdido, y que encima al final del partido Raúl estaba trotando por el campo al lado tuyo, la situación es similar, aunque ahí es más jodido reirse ).

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( nota segunda del autor: si alguien es un mono verde al que le gusta ir vestido de superheroe, que sepa que no tengo nada contra él. Ha sido un tópico gracioso, como los leperos en España, los belgas en Francia o Moratinos para cualquiera que se lea los periódicos )

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( nota tercera del autor: si eres Moratinos y lees esto, dimite y pon en tu lugar a un mono verde vestido de superheroe. Mejor nos iría a todos )

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