Ya estoy en Irlanda. Después de ser cacheado en el aeropuerto y pasar una hora dentro del avión, llegué a Dublín, donde no llovía (aún).
Me recogió mi ya casi irlandesa novia y nos fuimos hacia el albergue donde ibamos a dormir la primera noche. Lo de dormir era más una intención que otra cosa, porque nuestra ventana daba al patio de un pub donde los borrachos gritaban continuamente. Hasta había unas españolas coreando:"Alonso, Alonso..." Así que dormir poco, y bien, ni con suerte.
El día lo hemos pasado en Dublín, paseando de un lado a otro. Eramos una pareja extraña. Un hombre en camiseta y una mujer con abrigo. Ni ella ni yo eramos los únicos con esas prendas en esta ciudad con un tiempo tan loco. Nos hemos pegado con una consigna que se ha tragado nuestro dinero, hemos ido en un tranvía que iba hasta arriba de los hinchas de un equipo de un deporte que aún no sabemos cual es, y luego nos hemos cogido el tren hasta Killarney, donde los hinchas adolescentes nos han acompañado practicando el noble deporte de golpear una lata para ver quien era el primero en hacerse sangre. Lógicamente, ha perdido el que tenía más cara de pardillo.
Killarney tiene buena pinta, parece un pueblo muy bonito y tranquilo. Eso sí, ya nos ha caído la primera "shower" desde la estación hasta el hostal. Nos tememos que toda la semana vaya a ser igual.
El hostal tiene buena pinta. Tenemos una habitación con tres camas, así que si alguno quiere venirse, tiene un hueco. Eso sí, que se venga con chubasquero.
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