Un 19 de agosto de 1997, por la noche, empezó la que yo creí que iba a ser la gran obra de mi vida. Es probable que no pensara eso desde el primer momento, pero sí poco tiempo después. Allí nos vimos, solos, en el escenario que nos marcaba la noche y la playa. Dos extraños hasta hacía nada, que vivíamos relativamente cerca el uno del otro, pero que nos habíamos tenido que ir a conocer a cientos de kilómetros de nuestras casas, al lado del mar. La primera vez que nos vimos, yo jugaba al volleyball en la playa y ella llegó con el libro de Apocalipsis de Stephen King, que, ironías de la vida, nunca se acabó de leer.
En ese punto empezaron los que posiblemente hayan sido los mejores años de mi vida. De lo que había antes, pocos recuerdos quedan en mi cabeza. De lo que hay desde ese punto, muy grandes momentos. Pocos lugares de Madrid hay que yo pueda visitar sin tener buenas memorias de los dos. Y pocos objetos de mi cuarto hay no pueda asociar a alguna buena anécdota, a algún momento feliz.
Desde ese año 97 hasta ahora, casi una decada ha pasado, tengo quizás miles de recuerdos buenos para cada momento malo. Tengo cientos y cientos de sonrisas para cada lágrima. Tengo el sabor de muchos besos que compensan los pocos enfados y desilusiones que hemos tenido.
Pasamos de la adolescencia a la madurez juntos, del colegio a mi universidad y a sus estudios de moda. Acabamos de estudiar casi a la vez, y empezamos a conocer el mundo laboral juntos. Nuestros primeros sueldos los cobramos uno al lado del otro, y nuestros primeros grandes gastos también los hicimos con el otro agarrado de la mano. Compartimos nuestras ilusiones de post-adolescentes, nuestros sueños de juventud y nuestros miedos de los que en breve tendríamos que enfrentarnos al mundo.
Después de tanto tiempo, sabíamos antes de decir algo lo que la otra persona iba a responder. Sabíamos que ese libro que acababas de ver le gustaría, que esa página web iba a ilusionarla. Llegamos a conocer a la otra persona mejor de lo que posiblemente nos conocíamos a nosotros mismos, porque el otro importa más de lo que nada ha importado antes. Simplemente saber que está feliz ya te alegra el día.
Hasta hoy. Hoy baja el telón y esta etapa concluye. Muy cerca de la década pero ya inexistente. Con un buen sabor de boca, porque seria un error que dos malos meses oculten todo lo anterior.
La función concluye. Entro al escenario, reverencia al público, salgo de escena. Entra ella, hermosa como siempre. Ovación cerrada con lágrimas en mis ojos y un hasta pronto sale de mi garganta, inaudible.
Cae el telón, y ya no hay pareja. Comienza una gran amistad.
Gracias por todo. Quizás nuestros caminos vuelvan a entrelazarse mas adelante. Ójala.
2 comentarios:
Ánimo muchacho...
no suelo dejar comentarios en los blogs, xo la ocasion lo merece.
Solo decirte q animo y q cualkier cosa q necesites solo tienes q pedirla (incluido alguno de mis preciados facoqueros :P)jejeje
Muaks
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