Soy un fanático, y lo reconozco

Muchos sabeis que muchas veces me dejo llevar por criterios que pueden ser bastante poco objetivos, incluso irracionales. Hoy es uno de esos días en que me dejaré llevar de esas pasiones no guiadas por la lógica.

El de la foto, para los que no lo hayan reconocido, es Iker Iturbe. Jugador que estuvo varios años en el Madrid de baloncesto, sin llegar a ser una estrella, pero dando buenos minutos desde el banquillo. Ala pivot tirador, con buena mano para el triple. Número 15 a la espalda. Mi número.

Ese entrañable españolito, con perilla, con mi número en su camiseta, que jugaba en mi posición y que hacía el juego que yo haría si tuviera algo más de calidad lo tenía todo para que yo me identificara con él y lo convirtiera en el jugador más apreciado de ese Real Madrid. Ni Sasha, ni Lucio Angulo, ni Herreros, ni Eric Struelens. Iker Iturbe, que llegó incluso a jugar con la selección española algunos breves minutos.

No me acuerdo que entrenador fue el que cometió la tropelía de permitir que se fuera al Estudiantes, con los hinchas del trabajo temporal. Buenos minutos, pero rodeado de medianías, su nivel se resintió. Aún así, el Madrid quiso volver a ficharle a principio de la temporada pasada, pero el Estudiantes igualó la oferta y no le quedó más remedio que quedarse en ese colegio que se le quedaba tan pequeño. Bajó nivel, y a principios de esta temporada no le quedó más remedio que emigrar a Italia, a jugar a la Lega, al UPIM Bologna, donde promediaba 21.2 minutos, 7,6 puntos y 2,8 rebotes. Unos números discretos, de un jugador que se estaba apagando a sus 31 años.

Hoy, Iker Iturbe, ha vuelto a su casa, de la que nunca debió irse. Que sea bienvenido.