martes, 30 de septiembre de 2008

Escocia, día 2

Bueno, pues despertamos y nos llenamos de cereales y tostadas para enfrentar el segundo día. La gente llenó sus botellas de agua marrón y hala, hacia el norte, que por la tarde había que coger el ferry.

La primera parada fue en Calda House, y en el castillo de al lado. Bueno, en lo que quedaba de ambas construcciones. Historias de fantasmas y fotos varias.



Desde allí, la parada de todos los días para comprar el almuerzo en un supermercado. La gente siguió comprando cervezas en cantidades industriales. Así que recorrimos carreteras rodeados de ovejas, algún ciervo, patitos... Y todo por carreteras en las que solo cabía un vehículo y cada 100 metros había una zona por si te cruzabas con alguien.

La gran parada del día fue la siguiente, Smoo Cave. Una cueva gigantesca creada por el mar, en la que se podía entrar y recorrer una pequeña parte en barca. Realmente espectacular por dentro, además, diferente del resto de cuevas que yo había visto, nada de estalacticas ni estalagmitas. Rocas trabajadas por el agua. Pongo una fotillo que quedo algo mejor que el resto.



La cueva daba a una señora playa, pero no llegamos a verla. Nos quedamos comiendo encima de un pedrusco. Ya tendríamos playa más adelante...

Y a eso nos fuimos, unos kilómetros por delante. Una playa mejor que la mayoría de las que vimos en Ibiza, sin duda. Con un único problema: el agua estaba congelada. En la playita el guía nos propuso un reto: subir corriendo una colina llenita de arena. Los tres chicos, el guía y una australiana nos apuntamos. Yo corrí calzado por proteger algo mi tobillo, y entre eso, y mi torpeza, quedé último. Fue horrible subir, menuda pendiente, menuda arena, menudo infierno. Eso sí, con patitos al lado nuestro, sobre todo rodeando el bus. Muy monos, muy salvajes y tremendamente tranquilos. A estos no los han cazado nunca.



De la playa a un pueblecito de nombre gracioso: Tongue ( lengua, para los que no sepan inglés ). Mucho juego daba para pegatinas y chapas. Probamos allí el helado de Orkney, que no está mal, aunque no fuera tan espectacular como lo pintaba el guía. Donde se ponga un buen helado de leche merengada...

Dejamos ya Tongue y paramos en un pequeño cementerio donde había una estela muy célebre. Nada más oirnos, el hombre que cuidaba eso salió corriendo, se le notaba deseando hablar y hablar y contarnos historias. La verdad es que daba gusto oirle, pero no teníamos mucho tiempo. Así que nos fuimos hacia John O'Scorge, o algo así, donde tienen un poste para sacarte fotitos diciendo que es el punto más al norte del reino unido sin contar las islas. Por lo visto es falso y ese punto está en el pueblo de al lado, pero los ancianitos se lo creen y pagan por las fotos. Nosotros nos sacamos una con un cartel hecho a mano que ponía John O'Scrotes y un pequeño órgano genital masculino dibujado. Esas gracias parecen que hacen gracia en todo el mundo.

El ferry salía de ahí al lado, así que nada, arriba con el bus. Miramos algo el mar, que se veían las islas, los faros y, oh sorpresa, algún delfín salvaje.



Luego ya oscureció y apenas se veía nada, así que no quedó más que hablar, jugar a las cartas o dormirse, como hizo alguna.



Y nada, llegamos al albergue, dejamos las cosillas, las mozas se pusieron a cocinar ( por llamar de alguna forma a poner cosas encima de pizzas y hacer una ensalada ), cenamos, luego limpiamos los hombres ( por dios, aclarar las cosas, maldios anglosajones ) y a beber allí. La gran aparición de la noche fue la de un tipo perturbado del pueblo por el albergue, un borracho de esos que dan más pena que otra cosa y que no decía más que incoherencias. Un pobre desgraciado, la verdad, aunque tuvo algún momento gracioso.

Y el día acabó ahí, entre cervezas y vodkas. Yo me limité al agua, que no tenía nada más. Segundo día y ya estábamos en las islas Orkney. No quedaba sino recorrerlas...

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