Ella resplandecía, límpida, nivea. Las luces, las miradas y los deseos concentrándose en ese vestido de larga cola que yo apenas podía mirar. Decir que iba hermosa es decir poco. Aunque daba igual lo que hubiera llevado. Su vestido recordaba a un fantasma del pasado, que volvía, que se quedaba allí, que me echaba en cara todo lo que debiera haber pasado y nunca llegó a suceder.
Recuerdos. Recuerdos a cada segundo viniendo a mi cabeza. Recuerdos de ella en tantos sitios. Recuerdos de su voz, de su risa. Recuerdos que quedaban atrás, bajo esa larga cola que cerraba una vida pasada y servía de trampolín a una etapa nueva. Recuerdos que me sepultaban junto a mis miedos.
Ella, siempre tan especial, siempre con ese aura que la rodeaba irradiando felicidad, lista para cambiar su vida. Estaba decidida, feliz, deseosa.
En ese momento echó la vista atrás, quizás despidiendose de su anterior etapa, y nuestros ojos se cruzaron, durante un breve instante. Ella posiblemente no se diera cuenta que era yo. No se diera cuenta del amor incomprendido y cobarde que quedaba en mi mirada.
Justo después, le miró a él, durante un segundo, fijamente, intensamente. Una lágrima apareció en su mejilla. Él la prestó su pañuelo, se cogieron de la mano y siguió la ceremonia.
Hace años, él tuvo un día en que se atrevió y tuvo suerte... Yo tuve cientos de días de silencios, de miradas débiles y fugaces, de proposiciones disimuladas. Fuimos amigos que se quisieron mucho, destinos que nunca llegaron a enhebrarse.
"Sí, quiero"
Sus manos juntas, los anillos. Dos vidas que se unieron. Un sueño que se rompió.
Ahora la lágrima cae por mi mejilla...
No hay comentarios:
Publicar un comentario