Ella resplandecía, límpida, nivea. Las luces, las miradas y los deseos concentrándose en ese vestido de larga cola que yo apenas podía ver. Decir que iba hermosa es decir poco. Aunque daba igual lo que hubiera llevado. Su vestido, para mi, era etéreo, fugaz, una bruma tenue que rodeaba ese rostro en que mis ojos se clavaban cada poco tiempo.
Recuerdos. Recuerdos a cada segundo viniendo a mi cabeza. Recuerdos de ella en tantos sitios. Recuerdos de su voz, de su risa. Recuerdos que quedaban atrás, bajo esa larga cola que cerraba una vida pasada y servía de trampolín a una etapa nueva.
Ella, siempre tan especial, siempre con ese aura que la rodeaba irradiando felicidad, lista para cambiar su vida. Estaba decidida, feliz, deseosa.
En ese momento me miró, y recordé de nuevo lo que era sonreir simplemente con los ojos. Se que ella, en los míos, notó que mi amor por ella seguía ahí, que nunca iba a cesar. Fue solo un segundo, dos como mucho. Pero nos dijimos tanto en ese breve lapso!
Una lágrima apareció en su mejilla. La alcancé el pañuelo. Nos cogimos de la mano y seguimos con la ceremonia. Hace años hubo un día en que tuve suerte... Hace años tuve un día donde la felicidad, el cielo, sus ojos, los míos, el deseo y un suspiro se cruzaron en una estrecha escalera.
"Sí, quiero"
Su mano, mi mano y los anillos. Dos vidas que se unen. Un sueño que se cumple.
Ahora la lágrima cae por mi mejilla...
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