miércoles, 28 de octubre de 2009

relato: conduciendo

Cerrar la puerta. Abrocharse el cinturón de seguridad. Meter la llave en el contacto, girarla, oir el motor despertar. Quitar el freno de mano, primera, acelerador, segunda, acelerador, tercera, acelerador. Intermitente, incorporación a carretera. Cuarta, acelerador, quinta, acelerador, acelerador. Aire colandose por la ventanilla, desordenando mi pelo, resonando por el interior del coche. Sensación de velocidad, sensación de libertad, sensación de huida. El aire, el sonido del motor, de los coches que van quedando atrás, pequeños en el espejo retrovisor, diminutos segundos después. Un destino al que casi sería mejor no llegar y prolongar el viaje, que a veces es el fin en sí mismo. Como esta vez. Si fuera posible, la carretera se perdería más allá del horizonte, y seguiría, recta, curvilinea, atrayente e hipnotizante tramo tras tramo. Ascendería hacia el cielo y se acabaría detrás de una estrella. Encender las luces, la noche cae. El paisaje queda convertido en un manto negro, con luciérnagas de metal que se siguen unas a otras. Intermitente a la derecha, mi desviación. Cuarta, frenar. Tercera, frenar. Un breve rato por un camino que huele a pueblo, a campo, a orígenes. Huele a todo aquello que se ha perdido. Segunda, intermitente. Girar justo donde la última vez un conejo se asustó por las luces. Freno. Coche parado. Freno de mano. Meter primera. Desabrocharse el cinturón, abrir la puerta del coche. Abandonarlo.
Darse cuenta que el camino se ha acabado. O ha empezado, qué más da.

No hay comentarios: