Ayer, amigos míos, ganamos al baloncesto.
Sí, se que poca gente va a creerselo, o que pensará que jugamos contra un equipo de mutilados de guerra, pero no fue así. Fue contra unos que nos ganaron por una única razón, tener a un tipo alto, grande y marrullero en mitad de la zona al que poco teníamos que oponerle. Son unos chavales, y este debe ser el padre de alguno. Valientes lecciones para la vida le está dando...
Siendo honrados, ayer ganamos por dos razones: la primera, porque finalmente fuimos 9 a un partido, lo que me permitió jugar lo que yo quiero, poquito. Y la segunda, porque uno de los 9 es lo que nos lleva faltando toda la temporada, un pivot alto, grande y decisivo. Los otros ocho, algunos más, algunos menos, aportamos cosillas, pero gran parte del éxito fue suyo.
Destacar la gran jugada en la que el árbitro pitó técnica al público, le dijeron que eso no existía, lo comprobó en el manual y le dijo al grandote del otro equipo: pues para ti, que ya me tienes harto.
Al alto le eché yo en una jugada en la que casi me dio un codazo brutal en la cara. Fue mi aportación al partido en los minutos finales, no es que hiciera mucho más, para que negarlo. Algún rebote, lucha en defensa y poquito en ataque.
Desde aquí, eso sí, entono el mea culpa en la última jugada del partido en la que salté a por el rebote, en el aire me empujaron, lo que me cabreó sobremanera porque ya habían perdido. Así que se me fue la pinza y al caer le metí una patada al que me había empujado. No fue fuerte, no fue a hacer daño, pero fue una patada, a fin de cuentas. Y como bien me dijo ECM, nosotros siempre hemos de ser los últimos en las colas y los que reciben, no los que dan. Y mi amigo tiene razón, que narices.
PDyL 45 - Spartans 39
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