¿ Recuerdas esos dos versos de aquel poeta que tanto nos recitamos ? Sí, eran nuestros y de nadie más. Los declamábamos continuamente, haciendo de su ritmo el nuestro y paladeando cada sílaba. Cada vez que vienen a mi cabeza, siento que ese momento te pertenece.
Y ese cuadro que adorabas y que compramos en aquella plaza... Pasó por delante continuamente y recuerdo el pasar de largo del escaparate, el volvernos, el elegirlo. Esa pared seguirá siendo siempre tu pared.
Y estas lágrimas que caen ahora por mi mejilla también son tuyas, son de mi pesar y de mi impotencia. De no haberme dado cuenta a tiempo. De no haber sabido nada. Las lágrimas se van mejilla abajo y yo, con ellas, caigo rendido sobre el sofá. Sobre tu sofá, que sigue teniendo el aroma de tus abrazos.
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¿ Dijiste que lo de ayer fue un sueño ? Entonces el despertador tiene bien merecido lo que le pasó!
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Hablar por hablar es tontería. Pero callarse por no atreverse a hablar es aún peor. La cobardía es lo que nos condena, nos ata y nos convierte en olvidados baúles de recuerdos e intenciones.
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Cuando uno viaja, viaja y viaja no tiene claro en que ciudad ha hecho la maleta, en que ciudad va a deshacerla, que debe comer, que paisajes ha fotografiado y donde se quedó la ilusión, la alegría y las ganas de vivir. Uno confía en recuperarlas al subir al siguiente avión, en el asiento de al lado. En vez de eso, suele haber un amable anciano, calvo, que ronca al dormirse. Él sí parece feliz.
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Me voy a jugar al fútbol, sean felices.
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