Todo el año queremos que llegue el verano, pero realmente, lo que queremos, es que lleguen las vacaciones, se vacíen las ciudades, la vida transcurra más lenta. Detener un poco nuestro loco ritmo anual, obligados, sí, pero a fin de cuentas, más tranquilos.
El calor pegajoso como es, nos recuerda a vacaciones, a infancia, a juegos y a felicidad interminable. Sufrimos, pero con una absurda sensación de felicidad. Sonreímos mientras las gotas de sudor caen por nuestro rostro. Menos mal que el otoño está ya cerca.
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Ayer jugué al fútbol a las diez de la noche. Disfruté como un enano, aunque acabé cansado hasta el extremo y sudando como pocas veces. Placer en el dolor y en el sufrimiento! Hasta metí un gol, no digo más.
¿ Acabará alguna vez esta semana ? Me falta tanto ritmo en el trabajo que parece que el día tiene millones de horas...
Besos.
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