Tengo pendientes varios temas que contar, como la cena del sábado de los vatos en la cervecería Europa: por 24 euros, todo lo que puedas comer y beber en dos horas. Demasiado para una cena.
También la noche de ayer, en la que, después de mucho tiempo, pude ir al Honky Tonk. Gente que se junta y toca canciones, con mejor o peor fortuna, pero a un nivel medio más que aceptable.
Y por supuesto, también debería hablar de que mi esguince ya no es tal porque me han quitado la venda.
El caso es que todo eso serán historias que se quedarán en el olvido (parte del Honky Tonk la cuenta el amable vecino en su blog, ligeramente distorsionado). Una lástima, pero salvo milagro, no creo que esta semana escriba mucho más. Mañana, a las 7:20 de la mañana (sí, habeis leido bien la hora), sale mi avión rumbo a París donde permaneceré trabajando hasta el viernes. Así que me perderé los planes que se hagan esta semana antes del viernes, día en que aunque mi avión llegue a las 21:15 pienso salir, pardiez.
Esto quiere decir dos cosas: que el fin de semana estoy aquí y no pienso quedarme encerrado en casa, y que el día de mi cumpleaños no estoy aquí, sino trabajando a orillas del Sena. Después de muchos años, será el primero en que, si alguien me llama al móvil y estoy en el extranjero se lo cogeré. Y todo porque por una vez hay una promoción de Movistar que me sirve para algo. Así que si quereis llamarme esta semana, cualquier día, os lo cogeré encantado porque estaré más aburrido que un cubano sordo en un discurso de Fidel.
Y nada más, porque tengo que preparar el equipaje, cenar e irme a dormir prontito. Sed felices estas fiestas (los que las tengan). Si encuentro algún cybercafé os iré aportando datos apasionantes de mis aventuras por el país de Laetitia Casta.
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