Ayer era jueves, así que tocaba la habitual ración de oreja en el Victoria, hábito al que cada vez se apunta más gente. Las habituales raciones, las habituales cañas y a casita a las doce y media, una. O no. Ayer hubo un leve cambio de planes y cambiamos la hora de vuelta hasta las cinco de la mañana, lo que supone que hoy he ido a trabajar con menos de dos horas de sueño entre pecho y espalda. Pero, sinceramente, valió la pena.
Las conversaciones ayer eran las habituales, hasta que en un momento dado, nuestro técnico medio ambiental favorito confesó que habia estado en las manifestaciones del "No a la guerra". Y ahí se lió todo. Exceptuando a Javi y a Ali, todo el mundo se puso a discutir por su cuenta sobre la guerra, su utilidad, su legalidad y demás connotaciones filosóficas y morales. Y debo decir que me tocó un gran compañero para este tipo de discusiones, D. Joaquín. Mientras que el resto del mundo nos limitamos a decir si algo nos parece bien o mal, mi contertulio introduce conceptos de derecho internacional, historia y similares con una naturalidad pasmosa, lo que hace que en la conversación haya puntos de vista totalmente distintos a los habituales.
Y esa fue la conversación mientras el nivel de alcohol en sangre era bajo. A partir del final de esa gran discusión sobre la guerra, que acabó mientras descubríamos cuando era legal matar a alguien (aún nos falta un ejemplo de un supuesto, señor que estudia leyes), empezaron los temas motivados única y exclusivamente por el efecto de las cañas, el pacharán y los chupitos. Y a partir de ahí, la noche fue aún más grande.
Había alguien especialmente borracho (pista: lleva jotas en el móvil) y combinaba su equilibrio particularmente inestable con preguntas absurdas y grandes momentos en los que parecia estar sobrio (como al principio en el billar) para luego confirmar que estaba bastante ebrio (la segunda jugada en el billar en la que metió la negra y todo el desparrame absurdo posterior). El resto de la cuadrilla también acompañaba, de manera que la partida de billar resultó ser un conjunto de bolas desplazándose mientras varios tacos intentaban golpearlas de forma simultanea. Una nueva modalidad bastante más entretenida que la original, sin duda.
Completando los grandes temas de la noche, también recuerdo estar a las cuatro de la mañana hablando de la forma de preparar unas gachas y donde comprar harina de almortas. Llega alguien a decir que tiene en su casa y nos veo a todos tomándolas para desayunar.
Y poco más, el tiempo se paso terriblemente rápido, lo que hizo que a las cinco me metiera en la cama pensando en que iba a tener que dormir solo dos horas. No ha sido muy trágico en el trabajo, al menos hasta las 12. A partir de ese momento mantenerse despierto ya era más difícil, pero nada que una buena siesta no haya podido arreglar. Gran noche, pero me temo que levantarse hoy ha tenido que ser bastante duro para algunos.
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