El dolor se apodera de mi cuerpo, me desgarra a cada paso, a cada momento. Caigo, porque en pie aguantarme ya no puedo. Grito, porque por algun sitio tengo que liberar el torrente que golpea mi cuerpo a cada instante, intentando derumbarlo desde dentro.
Cuando el cuerpo es simplemente un estallido de dolor, un sufrimiento que no se acaba y que repica por todas las venas, las arterias, los organos internos y convierte el esqueleto en una caja de resonancia a una frecuencia que no quieres escuchar, el mundo parece durar eternamente en cada segundo, pero realmente no avanza. Se queda detenido mientras agonizas, esperando tu final, que nunca llega.
Me desmayo y mi consciencia me libera de la carga.
Nunca despierto.
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