Echa la vista atrás, hasta el rincón donde la memoria se entremezcla con las sensaciones de la niñez. Arrastrala luego, lentamente, hacia delante. Un día, perdido en esos recuerdos, apareceré yo, difuso, con una ropa distinta a la que probablemente vestía, con unos rasgos más parecidos a los actuales que a los que tenía en aquel instante. Poco a poco, según sigas dejandote llevar hacia el presente, verás que mi figura va y viene cada vez con más frecuencia, cada vez con más sonrisas, cada vez con más emociones. Te detendrás, porque aún lo recuerdas, en ese beso que nos dimos y que tu memoria hace que dure más, signifique más, sea mucho más dulce. Luego, mientras ese momento va quedando atrás, vendrán las lágrimas, los lamentos, las discusiones. Vendrá el olvido, y volveré a quedarme, diluido, en un rincón, con una ropa cercana a esta que llevo ahora, con este rostro.
Pero más borroso.
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Ella me dice que no fue como lo cuento. Puede que no, pero fue como lo vivimos.
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No se me olvidó sonreir, solo se me olvidó el motivo de hacerlo.
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En ese rincón, la vida se acabó a la vez que nos decíamos adiós.
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Teníamos tan poco que decirnos, que no llegamos nunca a despedirnos.
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