Desde hace unos años, decidieron que la mejor forma de recuperar el ritmo normal de la vida, era dejando sus memorias por escrito, indicando sus lazos familiares, sus trabajos, cual era la casa que cada uno ocupaba. Tienen que dejar por escrito toda la información que pueden, pero tienen que no dejar demasiado, para evitar que el exceso de datos les sature al empezar el año y se acabe olvidando todo.
Sólo pusieron una regla: no se puede escribir nada negativo sobre otra persona. El olvido automático que sufren es, a la vez, un momento de perdón obligatorio entre todos ellos, un tratado de paz. Desaparecen las peleas, las rencillas personales, los odios. No quedan problemas enquistados entre ellos.
Son un pueblo castigado y bendecido. Jamás podrán avanzar hacia una cultura con unas posibilidades como la nuestra, pero tampoco acabarán con nuestra compleja sociedad, sus tensiones y sus falsedades.
A veces les envidio y quisiera, el uno de enero, poder olvidar todo y empezar de nuevo...
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