sábado, 10 de mayo de 2008

Madrugada madrileña

Acabo de llegar a casa, y hace cinco minutos estaba convencido de que me llevaba una torta, cuanto menos.

Llegando casi a mi casa, veo a un hombre y a una mujer medio discutiendo, forcejeando. De eso que dudas si decirles algo, meterte o no, pero en estas que la mujer pide auxilio. Como diría aquel: "no queda sino batirnos".

Así que móvil en mano llamando al 112, me dirijo al individuo y le digo que pare, y que deje a la chica tranquila. En ese momento, la suelta, me dice algo en plan que quien me pienso que soy, y se viene hacia mi, con una cara llena de ira como llevaba tiempo sin ver. En este momento es cuando veo que la probabilidad de llevarme una torta ( o una ensalada de hostias ) es alta, así que me dedico a mantener una distancia de unos dos metros con el tipo, para que en caso de que quiera pegarme, al menos no darle ninguna ventaja. Recorremos así unos cuantos metros a lo tonto.

Al otro lado de la calle, algo le dicen otros tres, para que se tranquilice y se vaya. A todo esto, la mujer con la que forcejeaba antes seguía allí parada como una estatua. Podía haber puesto pies en polvorosa, si me llevo una torta, al menos que hayamos ganado algo y el tío no la pille después.

Cuando parece que el iracundo tipejo va a irse, interpreta que le estoy mirando mal y vuelve de nuevo. Posiblemente le mirara mal, tampoco vamos a negarlo. Los otros algo le dicen, y de nuevo parece que se tranquiliza al ver que mi intención no es pegarme en ningún caso, aunque me hace repetidos gestos diciendo que se ha quedado con mi cara. Al fin parece que se aleja, y el susto acaba.

Obviamente, mi corazón palpita algo más rápido de lo normal, y todo esto, que habrá sido como un minuto, o dos, como que ha durado horas.

Por suerte ha girado en vez de seguir en mi misma dirección, porque no confiaba nada en que no se volviera de pronto como un animal herido en su orgullo.

Comentarios: los que estaban parados en la parada de autobús de al lado sin ni siquiera acercarse, son unos putos cobardes, porque la situación estaba bastante clara. La chica, que creo que estaba en la parada de bus al irme y que he pasado por delante suyo, me podría haber dado las gracias. El 112, si le llamas y le cuelgas y lo único que oye son voces de un tipo, debiera devolver la llamada, por si acaso.

Y todo esto en una noche en la que ya me volvía a casa con un sabor de boca agridulce... Cojonudo.

Por que alguno lo preguntará: él era sudamericano, ella era sudamericana, y los tres que le dijeron algo, también eran sudamericanos.

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