100,200,300, y hoy, 400 posts en el blog, así que otra recopilación, como en el 100 y en el 300. El 200 fue especial, si, posiblemente uno de los artículos que más me costará escribir y que aún hoy leerlo haga que las lágrimas estén demasiado cerquita de mi ojo. Quizás demasiado literario, demasiado pensado.
Del 300 a ahora, pocos cambios ha habido, la verdad. Podría decir casi lo mismo palabra por palabra. Han pasado cinco meses, y sigo casi en el mismo punto, mientras que el mundo gira a mi alrededor sin parar.
Muchas veces me pregunto que porqué escribo. "Qué le importa a nadie como está mi alma. Más triste que el silencio, y más sola que la luna. Y qué importa ser poeta o ser basura." ( Extremoduro ). La mayoría de las veces es una especie de necesidad vital, de tener que contar algo que realmente, no tiene que importarle a nadie. Así que se escribe aquí y si alguien quiere leerlo, es cosa suya. Pero hay otras veces que son ganas de gritar, de tener que escribir o que algo duela dentro, ganas de desahogarse. Hay gente que sale a correr y eso le genera el chute que vuelve a conectarle con la vida. A mi me enlaza con la vida escribir o leer. Escribir es crear algo de la nada. Rellenar un hueco vacío en el que incluyes unas letras de un lado, otras de otro, y acaba habiendo algo que no había al principio. Es como cocinar, pero sin mancharse el delantal.
Hay otras veces que escribo artículos que realmente son correos, que son para alguien en concreto. Pero que por alguna razón están aquí, mezclando lo público y lo privado. Unas veces porque puede ser interesante que lo lea más gente, o porque es un vídeo, una foto que le va a hacer gracia a más de uno, otras porque son mensajes que querrías enviarle a alguien y realmente no podrías darle a ese botón de enviar.
Igual que hay veces que se cuelan líneas entre los mensajes que realmente solo tienen unos ojos para que lo lean. Algo genérico que se convierte en algo particular y vivo. Hay veces que, por ejemplo, tengo esa tremenda sensación de tener que pedir perdón a alguien, de tener que disculparme porque tengo la sensación de, otra vez, haber tropezado. De haber hecho el cafre, de haber incordiado, de haber molestado. Y cuando pasa esto con alguien a quien quiero ( sentido amplio de querer ), cuesta encontrar la forma de pedir perdón. Así que puedo utilizar el blog como herramienta indirecta para ello, aunque sea algo más cobarde que otra cosa. Sí, vale, no soy un valiente. No soy Indiana Jones, no. Yo sería el que se disculparía con Indiana, más que otra cosa, y le devolvería su sombrero.
En fin, confío en que los próximos 99 artículos que escriba aquí muestren ilusión de forma continuada, a demostrar que todo empieza a aclararse definitivamente y que las cosas buenas empiezan a suceder. Porque hay cosas buenas que suceden, que nadie lo dude. Y más que confío en que sucedan y os sucedan a todos. Sobre todo a ti.
De regalo, el término que ninguno había oído el viernes:
Batracomiomaquia
( que conste que yo decía Batraciomiomaquia )
1 comentario:
Claarooooo.... si me dices mal el palabro cómo huevos quies que lo entienda y los tradusca!!! ??? jajajaja
;p
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