jueves, 18 de junio de 2009

Estafeta

( teniendo en cuenta lo mal que me va Internet en el hotel, meritorio que escriba algo, me haya actualizado el teléfono y no esté dandome de cabezazos ).

Un folio, dos, tres… Doblo, doblo y al sobre. Es autoadhesivo, así que pegarlo es casi inmediato. Hay que apretar un poco, por si acaso. A un lado del sobre, tu nombre, grande, en un puesto preeminente, destacado. Dibujado con mis trazos que intentan ensalzarlo, disimularle tus defectos, lucirle tus virtudes. En el envés, mis datos, con una letra rápida y torcida, como si hubiera sido escrito de pie junto al buzón mientras el autobús se acerca desde la distancia.

El sello es de algún famoso de la antigüedad, que era conocido por trabajar en un campo en el que no había nadie más que él y ahora hay miles. Todo el mundo piensa ahora que tiene un reino o un imperio a poco que tenga una hipoteca, un coche casi sin letras y algún amante ocasional. Antes, dibujaban tu efigie en monedas y sellos.

Sello y carta, después de conocerse, se habían vuelto inseparables. Yo tengo que echarles al buzón, a que cumplan su finalidad en la vida: llevar tres hojas de papel, tres, a otra persona. Almenos tienen un objetivo en la vida, y saben que pueden cumplirlo. No es poco.

Cojo la carta, las llaves, y salgo a la calle. Ya no llueve. EL buzón queda en la esquina, allí donde las ancianas discuten sobre lo mismo que ayer, quizás hasta sean otras ancianas, quizás incluso con la misma ropa. Son tan indistinguibles unas de otras que uno a veces cree que sus familiares las visitan al azar a unas o a otras, y que no es que ellas no se acuerden de las historias, es que se las contaron la última vez a otra.

La rendija del buzón sube con facilidad, y la carta cae, sin demasiado ruido, al interior, hasta que el cartero decida recogerla. Hasta que otro cartero decida dartela. Hasta que tú decidas abrirla. Hasta que tú decidas…

( en este punto, se deja que el lector acabe el relato de la forma que prefiera. Se ofrecen alternativas: perdonarme, olvidarme, perdonarte, entenderme, comprenderme, decirme lo que te tortura, amarme, soñarme, compartirnos, sentirnos, amarnos, besarnos, odiarnos, que da igual, la lista de la compra, la siguiente canción, dónde cenar… Se admiten adornos, párrafos extra, incluso correcciones en los párrafos anteriores)

Besos desde mi hotel, a dormir me dispongo, con besos para todos, incluso para los que quizás ( ya ) no lean esto. Sobre todo para ellos. Sobre todo para ti...

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