Uno de mis primos ha celebrado hoy el bautizo de su hijo. Un niño encantador, con nombre igual al del padre, y que no ha llorado en ningún momento de la ceremonia ni de la celebración posterior. Increible lo bien que se ha portado el chaval. ¿ Tendrá algo que ver que sus padres sean maestros ? Demasiado pronto me parecería para eso, pero bueno, nunca se sabe.
La gran atracción, realmente, era el hijo de mi prima, que ya tiene año y pico, si no me equivoco, y que no paraba de correr de un lado para otro, de reirse... Hay que reconocer que el chaval es gracioso. Lo mejor de la tarde, sin embargo, es ver a mis tíos, que se les cae la baba con su nieto. Mi tío, siempre serio, ahora va con la cámara sacando fotos a todo lo que hace el chaval y con una sonrisa casi permanente en la cara que yo no le había visto nunca. Mi tía también está muy ilusionada, y se la nota.
Por cierto, beber nos devuelve a la infancia, que ver al hijo de mi prima intentar mantenerse en pie y verselo a un borracho, es prácticamente lo mismo.
Lo único malo que tienen estas celebraciones y fiestas, realmente, es lo que puedo pensar yo. Primero, cuando me pongo en plan borde con el mundo y pienso que las anécdotas que la gente cuenta de bebes y demás son absurdas, carentes de gracia y demuestran que sus vidas están carentes de sentido al limitarse a hablar de eso. Segundo, cuando veo al chaval corriendo y pienso que en algún momento de mi vida me encantaría poder ser padre, pero que eso no es que ahora mismo esté lejos, es que es un imposible. En el anterior bautizo casi pensaba en cuando podría llegar a tener hijos, en este, bueno, digamos que pensarlo hubiese sido tontería.
En fin, que me pongo borde con la humanidad por pura envidia, me temo. Porque si fueran mis hijos, mis nietos, o los de alguien que me importara, escucharía las anécdotas y estaría encantado de ver que la vida sigue, que la vida florece y que por muy cafres que seamos, podemos hacer algo mágico como dar la vida a seres perfectos que luego nos encargamos de corromper.
Reconozco que en algún momento de mi vida me gustaría poder tener hijos, y educarlos, enseñarlos a leer, a pensar. Y que acaben siendo tan educados y tan idiotas como su padre. Porque eso está claro: soy un idiota redomado.
1 comentario:
ánimo amigo! esto lo piensas ahora, y es normal, pero ya verás como en un tiempo estarás en una situación completamente diferente y te resultará extraño haber tenido estos pensamientos. venga vatos que tú vales mucho, dale un poco de tiempo a la vida a reorganizar encuentros y casualidades. más pronto de lo que crees las cosas irán cambiando.
un abrazo!
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