Estaba vez parecía que yo era un escritor, un articulista, alguien con el don de la palabra impresa. Nada más despertarme ya estaba rellenando todas las hojas de papel que había por casa, contando mis experiencias de los días previos, los dilemas éticos, las oportunidades, las paradojas que podrían surgir. Unas horas después, ya estaba en la calle, comprando un cuaderno en que poder seguir escribiendo durante todo el día. Lo mejor de esas horas, sin duda, fue la visión de mi vecina de enfrente. Su rostro cuando vio salir de mi casa a alguien distinto a mi que la conocía fue un auténtico poema. Poema que compuse, por cierto, y acabó en algún cajón, por si algún día quería entregarselo.
Si el día anterior había estado horas y horas jugando conmigo misma, ahora estaba jugando con las palabras, componiendo artículos, relatos, principios de libros que parecían haber estado dentro de mi esperando durante años para salir. El tiempo apremiaba, pues presentía que al dormir, el escritor dentro de mi dormiría para siempre.
Aguante dos días seguidos sin caer rendido, sin cerrar los ojos. Escribiendo sobre todos los temas que alguna vez hubiera pensado, saltando de uno a otro sin orden, como si estuviera en una eterna discusión conmigo mismo y presintiera que mi tiempo se acababa. Tenía razón.
Cuando abrí los ojos, horas después, era chino. Fue un incordio de día, porque no conocía a nadie con quien hablar en mi nuevo idioma, y la casa estaba llena de papeles escritos los días anteriores que no comprendía. Una frustración despertarse chino en mitad de Madrid. Sí, podría haber ido a comprar algo a los chinos, pero ¿ para qué ?
Al día siguiente, fui fontanero, lo que me vino bien para arreglar las tuberías. Otro día, mecánico, y pude arreglar el coche, aunque al desmontar parte del motor, me sobraron piezas. Fui saxofonista ( sin saxo, un día de lo más tonto ), bailarín de claqué, jardinero,
pintor de brocha gorda, pintor de pincel fino, mayordomo, crítico literario ( resultó que lo que había escrito el segundo día era basura, una lástima ), mimo ( sin público, uno se siente de lo más ridículo )...
Siempre era igual, cada día me metía en la cama, apagaba la luz, me tapaba más o menos, dependiendo del frío, cerraba los ojos y al volver a abrirlos, ya no era yo. Ningún sueño entre medias, ninguna sensación física. Cambié de peso, altura, sexo, edad, estado de salud... Fui decenas de personas, y la casa de la que apenas me atrevía a salir, menos mal que tenía provisiones para mucho tiempo, era la única que me veía.
No sabía que provocaba los cambios, ni qué iba a ser al día siguiente. Intenté esforzarme por conseguir orientar los cambios, pero sin mucho éxito. Sin ninguno, de hecho. Igual que hice predicciones, pero en vano. Aunque era un juego intrigante, en el que no sabía lo que sucedía ni porqué.
Más días, más cambios sin sentido. Fui un futbolista famoso, así que no pude ni asomarme al balcón, por si acaso. Un estudioso del arte, un arquitecto. Un estudiante de secundaria. Un tipo aficionado a las drogas de diseño que estaba con el mono. Un borracho de resaca, con la peor resaca posible, que es en la que otro se bebe el alcohol y tú te llevas el dolor de cabeza. Un esquimal. Un domador. Fui artificiero. Pescador de bajura. Peluquero ( esto vino justo a tiempo ). Ladrón de guante blanco. Informático.
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