Mi único objetivo es dormir, ni más ni menos. Acostarme al acabar el trabajo y despertarme siete, ocho horas después con la cabeza descansada, los músculos relajados y feliz, con el nacimiento de una sonrisa en los labios. Pero no. Se que a mitad de mi letargo, en cualquiera de las fases de mi sueño, o probablemente en la fase del sueño más útil, aparecerá su figura de nuevo. Invisible, sin estar en mi habitación. Pero oiré su llamada, oiré su voz, oiré sus preguntas. Y se quedará allí, esperando mi respuesta, queriendo entrar en mi mundo mientras yo intento evitar que lo haga. Y todo hasta que oiga de nuevo sus pasos alejandose, seguros de haber abortado mi sueño, seguros de volver a perturbarlo al día siguiente.
Joder, ¿ Os he dicho lo que odio que me despierte la señora de la limpieza en los hoteles a pesar de haber colgado el cartelito de no molestar ?
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