sábado, 28 de febrero de 2009

La vida, instrucciones de uso, Perec

Definitivamente, Perec es uno de esos autores que hay que leerse. La vida, instrucciones de uso, es uno de los libros que cuando acaba tiene esa sensación de haber terminado con una pieza colosal, brillante, descomunal. Un todo perfectamente definido, en el que millones de pequeñas piezas se juntan para dar sentido a todo un puzzle. Puzzle es uno de los términos que mejor se aplica a este obra. Es mencionado, forma parte de la única historia con continuidad, o de las pocas, y la estructura del libro se parece al método de resolución de estos pasatiempos: primero por aquí, luego por allá, retomamos esta parte, y poco a poco vamos avanzando hacia la última pieza.

El libro son 99 capítulos, cada uno describiendo una habitación o escenario de la casa alrededor de la que gira toda la obra, un edificio en Paris. En algunos con sus habitantes y sus historias, con sus habitantes pretéritos en otros. Hay capítulos que son meras enumeraciones de objetos, otros que incluyen textos de cartas, de libros, que se encuentran en dicha parte de la casa. Son decenas de historias, de distintos personajes, que dan sensación siempre de ir a despistar al lector, de que vamos a perdernos entre tanto nombre y tanto suceso. Pero, curiosamente, o mejor dicho, magistralmente, uno quiere seguir leyendo las peculiaridades de todos los habitantes, sus historias, sus motivos...

Para situarnos sobre la complejidad de la obra, al final incluye un mapa de la casa, una cronología de todos los sucesos, un índice con el que poder buscar cada personaje en el libro, un listado de las diferentes historias que se cuentan... Es un libro casi enciclopédico.

El autor es frío, desinvolucrado, descriptivo hasta el mínimo detalle. Contempla todo desde fuera, sin emociones, sin juicios de valor ni sentimientos perceptibles. Pero a pesar de eso, consigue que haya ciertos personajes a los que coger cariño, en los que se profundiza, con los que uno se emociona.

Un brillante ejercicio de literatura, sin duda. Hay gente que compara el libro con el Ulises de Joyce. Personalmente, fui incapaz de acabarlo y me pareció insufrible, quizás deba recuperarlo por si acaso. La historia de Leopoldo Bloom, Daedalus y ese día de Dublín se me hizo inaguantable. Perec, su casa congelado en el tiempo de Paris, tiene magia. La magia que, posiblemente, pueble nuestras vidas sin que nos demos ni cuenta.

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