sábado, 30 de mayo de 2009

El ying, el yang y el macramé

Un día espantoso en el curro, de esos en que parece que todo es un
desastre y justo, a partir de ahí, empieza el horror que nadie
esperaba. A veces es descorazonador leer código. Lo feliz que podría
ser probando venenos...

El caso es que, milagrosamente, hemos podido salir de la oficina. Si,
con un agujero en el estomago. Una magdalena en 9 horas. Vivo, que no
es poco.

Como el mundo da vueltas, el sol pega y las adolescentes acaban medio
desnudas por las calles, he acabado en Gran Vía, buscando entre la
casa del libro, la fnac y el corte inglés un libro que se encontraba
sin problemas en los Vips. Debo escuchar con atención cuando me
hablan, mi vida sería mucho mejor. Eso sí, hemos acabado comprando
unos libros super chulos, que pesaban entre una y dos toneladas, y que
el homenajeado no tendrá nunca sitio donde ponerlos en casa. Así, con
amor, las cosas son más fáciles. Viva Jodidio, autor de grandísimos
libros!

Debo decir que la noche salió como pensaba que iba a salir casi al
detalle. Lo cual quiere decir que la sangría cuyo sabor aún tengo en
la boca fue catada repetidas veces, que no hubo sorpresas (
desafortunadamente ), y que al final vagamos hasta acabar en mitad de
Lavapies. Medio mini de caipirinha, no está mal. Fuertecito.

No es mal sitio el Mérida para celebrar estas cosas, no. Y eso que
tenemos una relación extraña él y yo. Si a eso le juntamos mi relación
con la vida últimamente entre finales de mayo, principios de junio,
queda un cóctel que si te lo bebes, resaca no tienes, pero te deja en
un estado similar al mío: bastante idiota.

En unos minutillos parto hacia Getafe. Confío en que pasemos por las
fiestas, me apetece... Veremos a ver cómo se desarrollan los
acontecimientos.

Felicidades de nuevo a los homenajeados ayer, besos a los que
estuvisteis, a los que no estuvisteis y, como siempre, uno especial
para ti.

No hay comentarios: