lunes, 11 de mayo de 2009

locuras de medianoche y cascabeles

Era primavera, o quizás otoño. No había nevado ese día. Era por la mañana. O atardecía. Había poco sol, unos rayos agonizantes, o los primeros del nuevo día. Hacía calor, lo que hizo que me pusiera la chaqueta. Una multitud en mitad de un desierto. Una persona sola en mitad de un desfile militar. Concluyeron a la vez todos los segundos de aquel minuto y se cruzaron a a la vez diez mil miradas. La ciudad dejó de sonar como una cafetera agonizante, y los músicos callejeros arrancaron el aplauso del patio de butacas. Los imanes apuntaban al este, y la estrella polar, al sur. El agua subía, cristalina y turbulenta, hacía los picos de la montaña, donde las águilas hacían calceta.

El mundo había perdido el sentido, como yo. Y sólo acababa de conocerte un instante antes o después.

La luna brilló en lo alto ese mediodía. 

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Sorprende a veces ver que haya gente a la una de la noche comentando mis artículos. Siempre se agradece oir a gente al otro lado, aunque opine lo contrario que uno... Hay comentarios por aquí que aparecieron y desaparecieron. Lástima. Siempre duele cuando alguien desaparece de la vida, sea por una u otra razón. A veces es complicado encontrar los huecos de nuevo... A veces alegra encontrarlos...

Besos, besos, besos... 
( para ti, para ti, como siempre para ti )

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, Mario, puede que no desaparecieran, es que a algun@s nos dejas a veces sin palabras...:)
No te hacen falta ni Kavafis, ni Pessoa, a ti no! aunque se agradece el buen gusto.
Y sigue con tus guiños literarios, ;)
Un beso