Ahora, siempre que en un restaurante hay canelones los pido, los miro atentamente por unos minutos y recuerdo su frase lapidaria. A veces creo que tiene razón y que, efectivamente, la vida es una gran mierda precocinada, calentada minuto y medio, hecha con la peor carne jamás encontrada y a la que se le acaba poniendo algún acompañamiento, como bechamel, para que sea más fácil de tragar.
Creo que la frase la dijo a mala idea, como la mitad de su vida. Siempre he odiado los canelones, y él lo sabía. Definitivamente, él era idiota. Y lo más probable es que yo también.
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Ya estoy por France. Ya en mi tercera hora de trabajo. Qué poquito queda ( ah, no, que me quedan cinco horas... )
Besos para todos.
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