Nuestra universidad tiene un programa de acogida de los Erasmus que nos involucra a todos. Es raro que haya algún alumno que antes o después no tenga contacto con alguno. Yo era su "mentor" ( me cuesta tu idioma, permiteme que use alguna palabra que no sea del todo correcta ) y estaba allí cuando se bajó del avión. Creo que se soprendió él más de verme que yo a él. Sí, habíamos intercambiado algún mail concretando los detalles, pero él estaba convencido de que no iba a estar en el aeropuerto esperandole con un cartel, se pensaba que me estaba riendo de él.
Pero allí estaba, y le recuerdo con una sonrisa desde ese momento. Sí, hubo un gesto extraño en ese primer momento, como si hubiera dejado un gran peso detrás. Y me abrazó, lo que pensé que sería habitual en España, así que no le di más importancia. Lo que se es que el año que estuvo aquí, no sólo demostró que sería un periodista excepcional, sino que lo disfrutó cada minuto, casi con ansia. Había veces que nos preguntábamos cuando dormiría. El creo que ni se lo planteaba. Sólo tenía esa necesidad dentro de él de exprimir la vida, como si llevara toda la vida en prisión, o como si el mundo fuera a acabarse en unas horas.
Lo único que nos chocó es que, alguien con ese carácter, con esa fuerza, no estuviera recibiendo visitas continuamente. España había dejado de existir y apenas la mencionó. Cuando alguno le preguntaba, su rostro cambiaba por un momento, pero volvía casi inmediatamente a su sonrisa típica y decía algo como "Allí seguirá". Estoy convencido que de haber podido se habría quedado, pero estas becas tienen el propósito de que conozcas el mundo, pero luego vuelvas a tu lugar de origen. Así que no le quedó más remedio.
Cuando pasaba el control de pasaportes me pareció que no estaba ya tan sonriente, pero lo achaqué a la pereza del viaje. Después supe que no...
Me hubiera gustado que se hubiera quedado con nosotros.
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