Es la una de la noche y he llegado a casa hace media hora. Quizás algo más, pero mi intención era llevar dormido un rato. Mañana tengo partido de fútbol sala a la hora de la comida, partido de pádel por la tarde ( esta vez lo gano, lo veo) y he quedado para celebrar como se merece la semana de la tosta. Además, con la más que probable asistencia de dos amigos de toda la vida a los que llevo bastante tiempo sin ver: un guionista de cine que espero alguna vez consiga llegar a director y un ya funcionario de hacienda. A ver que se cuentan.
Tendría que estar dormido pero mi mente no quiere irse a la cama. Está dando vueltas a una conversación vespertina todavía. A una conversación que me ha hecho llegar tarde a un partido de baloncesto que nunca ha existido. Hay cosas que quiero oír, y que no oigo. Hay cosas que necesitaría oír, y que tampoco oigo. Lo único que escucho son aquellas cosas que me mantienen anclado al suelo y no me dejan tirar en ninguna dirección. Y sobre las que podríamos hablar durante horas, sí, pero sin avanzar en ninguna dirección.
Mañana será otro día. Tenía preparado un artículo precioso sobre lo que había dentro de mi cabeza, pero ahora lo que hay dentro ha vuelto a mutar y reorganizarse. Pero sigue todo lleno de nieblas y brumas, con dificil solución. Bueno, hay al menos dos claras. Una valiente y una cobarde. Una fácil, una difícil. Espero que antes de acabar este año al menos todo quede claro, y el día uno de enero pueda entrar en el nuevo año sabiendo qué camino debo seguir.
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